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Crónica levantisca

juan Manuel / marqués Perales

No votaré

NO es fácil votar algunas veces. Mi bautizo fue el referéndum de la OTAN, cuando lo que se decidía no era tanto la permanencia de España en la Alianza Atlántica, sino la continuidad de un Gobierno socialista asediado entre la ética de la izquierda y la irresponsabilidad de la derecha abstencionista. Se impuso la ética de la responsabilidad, aunque si supiese qué ocurrió en los años posteriores no me hubiese cocido en tantas dudas: un sí sin titubeos. Desde entonces he votado en todas las ocasiones, incluso en las europeas, a partidos dispares. Pero esta vez, y albergo pocas dudas sobre la repetición electoral, me quedaré en casa, esperaré a que den las ocho de la tarde y marcharé a la redacción para contar qué ocurre esa noche, porque mi compromiso cívico de ese día se quedará sólo en lo laboral. Esta abstención es una posición ética, una protesta íntima, por eso debe ser pública, un portazo a quienes están devaluando el voto.

Hay quien sostiene que votar siempre es bueno, que en este país no se pudo hacer durante cuarenta años, así que bienvenida sean cuantas elecciones sean, pero lo sustancial de la democracia no es el voto -meter la papeleta en la ranura-, sino la elección compartida, y para que ésta sea válida es necesario concluir en un resultado. La repetición electoral es un fraude si se solventa de este modo y una ignominia si alcanza las tres ocasiones. ¡Tres! No se trata tanto de evitar una mala imagen internacional, ni siquiera de clamar por unos presupuestos, sino de defender el sentido de la democracia frente a los personalismos o los intereses particulares de los partidos. Nunca entendí del todo esos países meridionales donde las decisiones finales no dependían del cuerpo electoral, sino de la interpretación que el rey hiciese de ellos. Aquí se está destituyendo al elector por el partido, la democracia por la partitocracia, votad, votad, malditos, hasta que me convenga.

La propia Constitución, en su artículo 99, contempla que se puedan repetir las elecciones si no hay acuerdo entre partidos, pero ahí se queda, no indica que se celebrarán cuantas sean necesarias hasta que haya un Gobierno. ¿A quién se le hubiese ocurrido un mecanismo para solventar este memez? Nunca se debió consentir la repetición de las elecciones en junio, creó un grave precedente cuyas consecuencias vemos ahora y seguiremos padeciendo en el futuro, porque estamos ante una crisis de proporciones tan graves como la deriva independentista de Cataluña, pero esta vez nos dinamitamos desde dentro.

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