Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

El zamarreo del PP

El candidato del PP a la Alcaldía cree que tiene cogido a Espadas, pero da muchas dentelladas al aire

Ala derecha, si se le deja, y llegado el momento, cuando se trata de abordar el poder o de recuperar un gobierno que perdió, lo que le pone es zamarrear. O instigar a que se dé un buen zamarreo en condiciones. A otros, claro. Esto es genético. Y secular.

Todos entendimos a la número uno del PP por Sevilla al Congreso de los Diputados, Teresa Jiménez Becerril, cuando dijo en una entrevista en este periódico que Sevilla "necesita un zamarreón". Y aunque no es cuestión de andarse con exquisiteces de lingüista, un somero vistazo al diccionario de la RAE nos aclara de qué va la cosa. Échenle un ojo y lean. Sabemos, por supuesto, que la eurodiputada, con el objetivo de cambiar de Parlamento tras el día 28, no se refiere al emplear dicho término a lo que indica el manual del español. De estos zamarreones -o intento de ellos- saben recientemente más su compañera de partido Cayetana Álvarez de Toledo en la Universidad Autónoma de Barcelona o los simpatizantes de Vox que querían asistir a un acto del partido en San Sebastián.

Siguiendo con la metáfora -agraciada o no- habrá sevillanos que coincidan con la candidata del PP en la necesidad del zamarreón a Sevilla. Pero discreparán con ella en el tipo y la clase de zamarreón que debe recibir. Es más que seguro que la "extrema izquierda" o "izquierda radical" -como en el partido de Jiménez Becerril gustan llamar a Podemos y a sus formaciones satélites en los municipios- tenga previsto otro muy distinto: en una dirección radicalmente opuesta. ¿Es más conveniente para Sevilla éste o el del PP? Tratándose de las municipales del 26 de mayo, ¿las sacudidas de Adelante Andalucía descoyuntarían Sevilla y las de Beltrán Pérez pondrían las cosas en su sitio?

El candidato del PP a la Alcaldía se acerca mucho más al significado de zamarreo a la hora de postularse como el futuro gobernante de la capital. Coge al actual, el socialista Juan Espadas, y lo cree atrapado. Ocurre que a veces muerde poco, casi nada. O da las dentelladas al aire. Cree que lo trae a mal traer y ahí está el alcalde, demorándose en el placer de una inauguración más. Le ocurrió hace poco con el Jardín Americano. Pérez incluyó hace menos de una semana este espacio verde en el catálogo de las profundas transformaciones que tiene previstas para Sevilla si los votos lo hacen alcalde. Cuidadosamente, esta vez no culpó a nadie. El Jardín Americano conoció y padeció su mayor olvido y degradación con un gobierno del PP. El mandamás era Juan Ignacio Zoido. Pérez era concejal de aquella mayoría absoluta de veinte concejales. Ninguno zamarreó el Jardín Americano. Dejaron que se convirtiera en un basurero.

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