FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Los zampabollos del turismo

Cuando venga Obama a Sevilla esta primavera necesitará camareros, no expertos en biotecnología

No son pocos los estudiosos que afirman que el turismo fue una de las causas de la Revolución Cubana. Los yankees llegaban a la Habana, con sus dólares y sus camisas de flores, se emborrachaban como piojos y terminaban miccionando en el monumento a Martí. Demasiado para una joven república con los sentimientos nacionalistas a flor de piel. Sin embargo, en España, al mismo tiempo que los barbudos triunfaban en la manigua, un Fraga todavía sin bombín se encargó de abrir las puertas a un turismo que mezcló hábilmente bikinis con boinas, pollinos con descapotables y rumbas con pop. Era una de las dos formas más rápidas de captar divisas para reactivar un país al que la autarquía había dejado exhausto. La otra era la emigración. No deja de ser dramático que, décadas después, la España poscrisis haya tenido que recurrir a estos dos viejos trucos ibéricos -guiris y emigrantes- para reanimar su economía. ¿Quién no tiene hoy un amigo con un piso turístico o un sobrino/hijo buscándose la vida en el extranjero?

Los defensores del turismo dicen -con bastante razón- que es una fuente segura de ingresos. Lo que callan es su cara más oscura: la destrucción del litoral, la desnaturalización de los centros históricos y su conversión en parques temáticos, la generación de un empleo de muy baja calidad (y más bajos salarios), la extinción masiva del comercio de proximidad... Una ciudad que tiene que vivir del turismo está condenando a la mayoría de la población a una vida de horizontes muy limitados. Profesoras como María Pablo-Romero han avisado del nocivo efecto que, a largo plazo, tiene un exceso de peso de este sector en las economías locales: muchas kellys y pocas ingenieras. Cuando venga Obama a Sevilla esta primavera necesitará camareros, palmeros y conductores, no expertos en biotecnología. El turismo da de comer, pero mal. Mucha mortadela y poco jamón.

Sevilla ha dejado de ser una ciudad agraria para convertirse en otra turística. El monocultivo, bien sea de cereal bien de guiris, nunca fue muy recomendable. Aparte están los gamberros del sector, los zampabollos del turismo, aquellos grandes y pequeños emprendedores sin escrúpulos que hacen su caja a costa del bienestar de los demás. Ganan más que nadie y al resto nos toca aguantar: los ruidos, la fritanga, la falta de educación, los bares de plástico... Dentro de poco veremos a los guiris mear en la estatua de San Fernando.

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