la esquina

José Aguilar

La zorra y su contexto

SI un periodista -no yo, Dios me libre- se atreviera a escribir que un juez es un cabronazo o una mujer maltratada dijera que es un auténtico borrico, ¿cuánto tardarían en ser empapelados por otro juez, llevados ante un tribunal y condenados por injurias, desacato o cualquier otro delito tipificado en el Código Penal?

Pues tardarían menos de lo que tarda en persignarse un cura loco. Y, sin embargo, el periodista podría argumentar en su defensa que él no se refería a que el juez tuviera una esposa adúltera, sino a otra de las acepciones de cabronazo que contempla el Diccionario de la Real Academia Española: el que hace cabronadas o malas pasadas a otro. La mujer maltratada, por su parte, alegaría que la voz borrico identifica, según el mismo Diccionario, a un hombre muy necio, lo que rebajaría mucho la gravedad de la ofensa que le lleva al banquillo.

El periodista y la mujer de estos casos puramente hipotéticos no harían más que seguir las sabias enseñanzas del magistrado Juan del Olmo, ex instructor del sumario sobre los atentados del 11-M, ahora destinado en la sección tercera de la Audiencia Provincial de Murcia. Acaba de revocar la condena de un año de cárcel impuesta a un hombre por amenazas a su ex esposa (encomendó al hijo que le dijera a su madre que se iba a tomar la justicia por su mano y que la vería en el cementerio, en una caja de pino). Pasado por el tamiz de Del Olmo, el delito ha quedado en falta por amenazas leves, sancionada con ocho días de localización permanente.

Este individuo ya había sido condenado con anterioridad por violencia de género contra su mujer, pero el juez en cuestión se ha amparado en la doctrina del Tribunal Supremo según la cual no toda acción violenta contra una mujer en el seno de la pareja ha de ser considerada automáticamente violencia de género, sino sólo aquella que tenga un componente machista. Estamos de acuerdo. Ahora bien, Del Olmo sostiene que el hecho de que el hombre también llamase zorra a su ex no implica que despreciara su dignidad de mujer, porque el Diccionario de la Academia consagra que el vocablo zorra dirigido a una mujer, además de prostituta puede equivaler también a persona astuta. No hay, pues, ningún menosprecio machista, sino una adjetivación en el fondo admirativa.

Lo mismo, en fin, que si un periodista llamara cabronazo al juez Juan del Olmo o una maltratada le dijera borrico. Es lo que pasa con las palabras y expresiones ambivalentes: significan cosas muy distintas según el contexto en que se pronuncien. Salvo Del Olmo, no existe nadie en el mundo que crea que ese maltratador en ese contexto quería en realidad piropear a su ex diciéndole zorra.

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