Antes del estado de alarma, en mis paseos habituales por el campo, casi a 20 grados, en medio de los inusualmente verdes prados, observé despuntar el rojo intenso de las amapolas. Si en invierno las temperaturas han sido tan altas que florecían las amapolas, ¿qué será de nosotros cuando sea verano?, me pregunto. No debemos permitir que otros problemas, también graves, nos hagan olvidar las irreparables consecuencias que el cambio climático supondrá para la humanidad. Debemos seguir luchando con la misma intensidad. No podemos desfallecer. 

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