Cuánta ilusión creó entre muchos españoles la llegada a la escena política nacional del partido de centro-derecha Ciudadanos, con Albert Rivera a la cabeza. Era la época en que tanto PSOE con PP (bipartidismo) andaban hasta las trancas embarrados en casos de corrupción. Ahí los tenemos todavía, entrando y saliendo de los tribunales de Justicia o encarcelados de uno y otro partido. Nadie entendió la estrategia de Albert Rivera permitiendo que Pedro Sánchez se aliara con los comunistas, independentistas y filoetarras para formar Gobierno, que lo pudo haber evitado con sus 57 escaños.

Ahora tenemos a Ciudadanos en manos de Inés Arrimadas, a la que le deseamos lo mejor para su vida particular y familiar, pero que va a terminar haciendo desaparecer a su partido por ese acercamiento que le ha llevado a apoyar las políticas económicas de Sanchez-Iglesias. Se presupone que Arrimadas estará bien aconsejada por la dirección de su partido, pero pactar con personajes que usan cartas marcadas y que hoy dicen una cosa y mañana la contraria no puede dar ningún resultado positivo para el que se expone, en este caso Arrimadas.