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Ahora que han acabado los villancicos, la lotería, las uvas y los regalos, traigo como colofón un cuento de Navidad. De esta Navidad, sin ir más lejos. La Navidad más extraña que recuerdo. La más deshumanizada. Más de una vez me he puesto la mascarilla para hablarlo con mis vecinas: ¿Cómo hemos podido llegar a esto? ¿Cuándo van a pensar en nosotros, las personas?

El del 2º B, que tiene guasa, me dijo que por algo nuestro barrio se llama El Tardón. Pero ni así tiene gracia. Es algo que viene repitiéndose desde hace años: no es que tarde en llegarnos la luz, es que nos la cortan ya casi por costumbre. No importa que sea invierno, que estemos medio confinadas, que se celebre la Nochebuena, la Nochevieja o la noche de Reyes en plena ola de frío.

Da igual que en nuestro barrio vivan un elevado número de personas mayores que se quedan sin ascensor, sin agua caliente, sin vitro para cocinar. ¿Y los que teletrabajamos? Bueno, sólo nos puede caer una bronca desde arriba, en el peor de los casos un despido por ausencias reiteradas. Visto así, ya estoy más tranquila. Tampoco es para tanto. La Navidad no es época de protestas ni rencores. Qué bonito espectáculo el de los Reyes Magos en globo. Con eso me quedo. Habría sido perfecto si hubieran llevado un cartel que rezara: “Endesa te enciende”. 

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