Me dirijo a quien corresponda para que explique a familiares de personas que viven en residencias de ancianos cuándo van a poder recibir alguna visita que alivie su situación, prácticamente aisladas en sus habitaciones, sin que les dé el sol, ni hablar o ver a sus compañeros residentes. Ya hemos salido todos a pasear en nuestro horario correspondiente, incluso dependientes acompañados, y me pregunto por qué ellos no.

Amparándonos en la idea de protegerlos, les estamos causando un daño anímico irreparable en la última etapa de sus vidas, privándolos del cariño de los suyos, puesto que, con los sentidos mermados y algunos perdidos totalmente, como es el caso de mi madre –sorda, casi ciega por D.M.A.E. y con graves alteraciones de gusto y olfato–, lo único que pueden disfrutar es de nuestra presencia física y del tacto.

Por favor, les ruego que, con las protecciones necesarias, nos dejen ver a nuestros familiares antes que sea demasiado tarde. Protejan a estos mayores, que no se merecen que los demás ancianos puedan pasear y a ellos les dejemos recluidos en sus residencias, como ciudadanos de segunda, y privados de visitas.