Al igual que muchos venezolanos, soy parte de la diáspora que se originó como consecuencia de la narcodictadura chavista/madurista que hoy controla mi país. Para el momento que comenzó el mayor proceso de migración que se haya registrado en la historia de Venezuela, nuestro país contaba con uno de los estándares más altos en niveles de educación de Latinoamérica.

Por ejemplo, vale mencionar que la comunidad de venezolanos en Estados Unidos es la que tiene mayor nivel de formación académica en comparación con otros grupos de emigrantes en ese país. Esa diáspora produjo en consecuencia una descapitalización intelectual en Venezuela y un efecto también significativo en el tejido empresarial y de servicios públicos, por cuanto muchos de los que emigramos éramos empresarios en Venezuela o bien ejercíamos cargos de alto nivel técnico. Una muestra de ello: en Chile, el pasado año, se presentaron a concursar por cargos de especialistas médicos más de 800 profesionales venezolanos y en Perú hay censados cerca de 30.000 profesionales de salud venezolanos. Algunos países han tomado ventaja de esta situación y han dado oportunidades migratorias excepcionales para asimilar todo este talento.

Estas políticas no buscan afectar el mercado laboral interno, todo lo contrario, tienen como objetivo reforzarlo con la inclusión de ese capital intelectual que está disponible para complementar las capacidades locales. En mi caso personal, soy un gerente multifuncional, multicultural y bilingüe con mas de 20 años de experiencia en América trabajando para empresas locales y globales, quien actualmente vive en Sevilla con visa de residente y estoy en búsqueda de oportunidades de empleo. En nombre de los venezolanos, quiero agradecer la apertura que muchos países han tenido con nosotros, lo valoramos y estamos infinitamente agradecidos.