Manolo del Valle fue un personaje brillante en el entorno ideológico socialista y de nuestra ciudad. Magnífico gestor en las distintas administraciones para las que fue elegido y dirigió, si preguntabas por él te podrían hablar bien o regular, pero siempre notabas en los comentarios que dejaba la huella que dejan las buenas personas. Es por lo que se explica fácilmente que en vida se le pusiera su nombre a una avenida de nuestra ciudad.

Nos tocó gestionar en su época de alcalde la cultura y la educación y siempre, cuando menos te lo esperabas, porque pensabas que estaba en otras cosas, se interesaba directamente por todas las cuestiones de las que estaba perfectamente informado. Pese a haber sido presidente de la Diputación, alcalde y alcaide, aunque no lo pareciera, no le gustaba nada aparecer más de la cuenta en la prensa. Al menos eso me pidió a mí cuando solicitó conocerme nada más ser nombrado en el Pleno municipal: “Al menos, no tantas veces como tu antecesor, Miguel Mata”, me dijo. Era ese tipo de persona que encaja con la frase de Groucho Marx:“No deseo pertenecer a ningún club que me admita a mí como socio”. Fiel, cauto, crítico pero comedido, tímido en apariencia, divertido en confianza, tenía gran éxito con las féminas, a las que solía saludar con el mismo fuerte apretón de manos de siempre.

No viví la sequía de 1983 desde dentro del Ayuntamiento, pero me consta que, recién nombrado alcalde, tuvo que cortar el suministro de agua en los hogares, aunque finalmente contó a su favor con las lluvias torrenciales en noviembre de ese año. En 1987 se aprueba el nuevo PGOU; se engrandece la ciudad con las obras para la Expo,92; se mejoran las rondas de circunvalación; se multiplican los puentes sobre el río; entra en funcionamiento el AVE desde Madrid; se amplía el Aeropuerto; se construye la estación de Santa Justa para Renfe… y a pesar de todo eso, y mucho más, no es nombrado candidato a la Alcaldía para las elecciones de 1991. Eso fue algo muy difícil de entender desde fuera de las trabajaderas del partido.

Anécdotas miles se pueden contar de él, muchas le pasaron realmente y otras no fueron más que leyendas urbanas. A veces tuvo que soportar la exclamación: “Alcalde, un Auditorio “…, porque los conciertos para orquestas los hacíamos en glesias. En la pared de una céntrica calle se pudo leer durante mucho tiempo una pintada: “Manolito del Valle, arregla ya la calle” y como en esa época se arreglaban los baches sueltos más que las calles enteras se ganó el apodo de Manolo del Bache. Manolo del Valle, genio y figura. 

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