Si la virtud es el amor por la igualdad en el reparto de poder, el miedo es la voluntad de dominar como alternativa a ser dominado. Pero esta sed de poder nacida del miedo nunca puede ser aplacada, pues el miedo y la desconfianza mutua hacen imposible “actuar en concierto”, según la expresión de Burke. Por tanto, el miedo no es un principio de acción, sino un principio antipolítico.
Ese miedo, en el acuerdo político o en cualquier otro ámbito, significa no sólo que el acuerdo generado por los hombres que actúan juntos ya no es posible, sino también que la impotencia se puede crear artificialmente. Impotencia que puede conducir a la tiranía.
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