Siento decirle, señor Ortega Lara, que la sociedad española, o al menos parte de ella, se ha empeñado en darle poder “legal” a los que un día intentaron acabar con su vida, y casi lo consiguen. Y no sólo eso. Ahora, no sólo empatizan con ellos en su ficticio país, o en otros países que se crearán próximamente, sino que tienen un séquito de descerebrados por todo el territorio nacional que perciben a los asesinos como personas redimidas: “Pobres, no les dejaron otra salida, se vieron forzados a actuar así”.

Hasta algunos medios de comunicación nos dicen que la culpa fue de usted , señor Ortega, por salir de su cautiverio y que todos supiéramos lo que le había pasado. Si usted se hubiera quedado en ese zulo hubiera sido mejor para todos; probablemente, no habría nacido un partido político que ahora los está amenazando constantemente con ilegalizarlos, para que paguen sus deudas de sangre, cadena perpetua para el terrorismo. Pero qué desfachatez. Cuánto daño le ha hecho usted al terrorismo de este país, señor Ortega Lara. (Véase la ironía). 

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