Nos encontramos en un momento social e histórico en el que coexisten diferentes generaciones con situación y concepciones de la realidad muy distintas. Mientras que la generación más adulta creció en un contexto de prosperidad económica, los más jóvenes y recién incorporados a la vida laboral se encuentran una inestabilidad notoria que impide el desarrollo de la vida adulta como la conocíamos.

Resulta curioso cómo, desde los medios, encontramos una romantización de la precariedad laboral que nos arroja titulares con anglicismos que definen, como si de una moda se tratase, el hábito de compartir piso entre los jóvenes, su precaria alimentación o su reticencia a adquirir una vivienda.

Estos titulares ayudan a crear una imagen de dependencia, falta de compromiso y desinterés por seguir los modelos de vida establecidos que no hacen más que estigmatizar y suavizar una situación de desigualdad. Los problemas de paro juvenil y coste de la vida son uno de los lastres que merman el correcto desarrollo de la sociedad.

Resulta muy peligroso no centrar el foco en estos problemas y derivar la culpa a las víctimas. Por ello debemos exigir a los medios una implicación más realista.