Miguel Ángel Loma

Progresistas y populistas

Hay palabras irrecuperables que perdieron su significado primigenio y que, a fuerza de utilizarse para definir una cosa y su contraria, apenas significan ya nada. Eso sucedió con el manoseado término “fascista”, lanzado contra cualquiera a quien se pretenda arrojar fuera del terreno de juego político y social. Y una manipulación parecida pasa con “progresista” que, pese a definir a quien tiene ideas y actitudes avanzadas, se lo ha apropiado la izquierda para utilizarlo como ariete de condena contra quien se oponga al “progreso” de “los nuevos derechos y conquistas sociales” como el aborto, la eutanasia, el adoctrinamiento en la ideología de género, etcétera.

Y algo similar está sucediendo con la palabra “populista”, que, referida originariamente a quien pretende atraerse a las clases populares, se viene utilizando ampliadamente contra quien propone ideas y soluciones que se salen de las consideradas como políticamente correctas. Pero con ello se vuelve a correr el riesgo de utilizar las palabras para confundir, en vez de clarificar. Como por ejemplo ocurre cuando se denomina simplemente populistas, a comunistas y neocomunistas, que cuentan desde hace mucho tiempo con término propio para identificar sobradamente quiénes son, así como sus grandes contribuciones a la historia más negra de la humanidad. 

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