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Isidro Carballo

Sentimientos de un macareno

Desde Gines a la calle Don Fadrique, donde hace 84 años vive su madre, la que lleva sin ver a sus nietos y bisnieto toda la cuarentena: qué Jueves Santo más triste, Madre mía, qué pena. A la hora en que escribo, otros años, preparándonos para bajar a Sevilla, a esperar a los armaos en casa de los abuelos, con mi madre y mis tías, con mis hermanos y familia, las croquetas de la Trini, la tortilla de la Campanera, la cervecita en El Tendío y ver salir a mi Sentencia y a mi Virgen Macarena. Qué Jueves Santo más triste, Madre mía, qué pena. ¡Mira que me quejé por no verlos pasar estos últimos años por el arco la Madrugá! Cuánto daría hoy por poder contemplarlos desde lejos aunque sea desde la esquina del quiosco o desde la churrería.

Qué Jueves Santo más triste, Madre mía, qué pena. Este año que mi nieto, como regalo de su bisabuela, se iba a vestir de armao, para esperarlo en su vuelta... El año pasado bajé con mi ahijado para verlos volver a su Basílica y no pude contener las lágrimas mirándoles la cara y la cara de ese niño viendo como disfrutaba. Qué Jueves Santo más triste, Madre mía, qué pena. La Cruz de Guía, mi Cristo de la Sentencia, los armaos y mi Esperanza Macarena. Este año no ha sido la lluvia, ha sido la cuarentena, pero en mis sueños sentí que estaban en la calle, conquistando Sevilla, como cada Madrugá, mi Cristo de la Sentencia y mi Esperanza Macarena. 

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