Jamás, ni en el mismo infierno, hubiéramos imaginado el tener que vivir, a flor de piel, esta tragedia que ha saqueado, dramáticamente, nuestra tierra, nuestro mundo, nuestros hogares, a nuestra gente, a nuestros vecinos y conocidos, a nuestros compañeros, a nuestros amigos y familiares… A pesar de los días agotadores, que vamos a experimentar todos unidos, debemos hacer que prevalezcan la paciencia, la solidaridad y la esperanza.

De esta manera, ensalzo el Himno de la Alegría para reverenciarme ante todo ciudadano altruista, de los que, sobre todo, no debemos olvidar a aquellos que exponen, cada día de la cuarentena, su vida a una situación de riesgo escalofriante. Debemos admirar, y dar las gracias, a todos aquellos trabajadores que deciden poner un pie en la calle y se enfrentan a un nuevo día incierto, lleno de temor y valentía.

Demos, también, las gracias a todos aquellos sanitarios que trabajan a contrarreloj para ayudar y reanimar a aquellas personas que, desgraciadamente, se les apaga su luz; por otro lado, debemos agradecer a los investigadores que anhelan una cura inmediata, a los cuerpos policiales que trabajan para una seguridad por y para todos nosotros, y demos las gracias a la vida y recordemos qué es vivir, qué es sentir y qué es tener salud porque en una vida sin paz y sin armonía es imposible que suene el Himno de la Alegría. 

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