Estoy confinado a causa de que a muchos les parece lógico celebrar comilonas de bodas, bautizos o comuniones sin respetar la salud de los demás. El que vive en una secta emocional no asume la realidad, le es ajena. El virus real confronta con una sociedad que mayoritariamente vive en un mundo paralelo.

Soy un respetuoso del derecho a disponer de nuestra propia vida o prescindir de ella, pero ante esta realidad tangible estamos viendo demasiadas veces cómo muchos consideran que su derecho a socializar emociones entre sus amigos o familiares está por encima del respeto hacia el resto de la sociedad.

Un Gobierno que vive de los votos de esa sociedad patológica se niega a ejercer la autoridad para prohibir el delito contra la salud pública que representan estas conductas. La autoridad justa y necesaria que debería ejercer el no presidente del Gobierno es sustituida por propaganda generalizada hacia cuestiones ideológicas como la memoria histórica, o una proyección económica negacionista que nos lleva a una quiebra generalizada. No sé si la enfermedad es el virus o el mundo emocional de muchos. 

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