La invasión del corona virus, con sus devastadoras consecuencias, nos permite extraer ciertas conclusiones sobre el comportamiento humano: algun@s cumplen las órdenes responsablemente, conscientes de la magnitud de esta pandemia; otr@s lo hacen por temor a una sanción; otr@s intentan burlar las limitaciones mostrando su egoísmo e insolidaridad hacia el prójimo; otr@s se vuelcan con el prójimo colaborando del mejor modo posible; otr@s se vienen abajo superados por la situación; otr@s la aprovechan para obtener una rentabilidad económica; otr@s no sólo saben mantener la entereza, sino que son capaces de hacer uso de esta situación para crecer, ser mejor persona y aprender a valorar donde reside lo esencial de nuestr@s vidas, digamos que se ha retratado.
Resulta fácil sentirse bien en la normalidad, cuando las cosas van rodadas y se tiene éxito (algunos, ni siquiera en estas circunstancias); sin embargo, son las situaciones límites y difíciles las que nos ponen a prueba, las que nos definen.
El futuro dirá si lo que estamos viviendo nos servirá para mejorar. Probablemente habrá personas inteligentes capaces de conseguirlo y habrá auténticos “analfabetos emocionales” que permanecerán sumidos en su queja constante, en su insolidaridad, en su egoísmo... Y me pregunto: ¿Qué más tiene que pasar para que aprendamos la lección?
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