Como es habitual, la ley de la (des)memoria histórica ha vuelto abusar de esa ley para atacar a la cruz. Y el insulto más grosero es que la comisión de Cultura de la Junta de Andalucía ha avalado una fechoría argumentando que la cruz dañaba la estructura del convento. La decisión de la alcaldesa comunista de Aguilar de la Frontera (Córdoba) sólo se explica desde un odio profundo hacia los símbolos cristianos.
Sin lugar a dudas, la alcaldesa ha perpetrado la mayor humillación posible contra los cristianos: ha arrancado la cruz y en un camión se la ha llevado a un vertedero y la ha arrojado a la basura. Sólo existe un camino para reparar semejante ataque a los sentimientos religiosos y la libertad de los cristianos: que se unan los vecinos de esta localidad cordobesa para exigir a la alcaldesa que devuelva la cruz al lugar que le corresponde.
Arrojar una cruz a un vertedero no tiene nombre. Sólo un regodeo sádico contra los cristianos puede perpetrar semejante insulto, un odio ideológico absolutamente impropio de una representante pública, sea cual sea el partido político al que pertenezca. Si no empezamos a contrarrestar este odio laicista que empieza a extenderse por España, nuestra fe acabará reducida a la clandestinidad.
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