Cuando se difundió la noticia, el pasado mes de enero, de que la ciudad china de Wuhan, de 11 millones de habitantes, había sido totalmente confinada, nos echamos las manos a la cabeza pensando en lo que significaba de pérdida de libertades y de otros derechos esenciales.
Diez meses después, mientras en el resto del mundo nos encontramos en medio de un nuevo rebrote del Covid-19, con un un futuro económico y social a corto y medio plazo muy poco halagüeño, en el país asiático el virus parece totalmente controlado y ya se empiezan a notar los efectos de una recuperación económica real. De hecho, su economía ha crecido a niveles del ritmo anterior a la pandemia, en torno a un 5% según los datos difundidos.
Ante esta circunstancia uno se pregunta qué estamos haciendo mal y qué han hecho bien los chinos, y si son reales los mencionados datos parece que bastaría con seguir su modelo para obtener resultados similares. Pero no se ha hecho, no se está haciendo, algo falla y no sabemos ni nos explican por qué.
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