España, grande entre las grandes, admirada y envidiada por tantas hazañas históricas y, últimamente, por su acertada transición democrática, ha caído en manos de niñatos que nos odian, que anteponen sus pasiones personales a nuestro bienestar, indignos al entregarse sin el menor pudor a la franquicia del bolivarismo en España, que se dirige al abismo y al desprestigio internacional. Por el error de muchos votantes, nos ha tocado en suerte un gobernante de brillante y convincente locución, aunque sus palabras están vacías.

Fascinan a los más necios, la masa, la que representa la mayoría de votos, y así la necedad va a imperar en nuestro país. Pero el que nos va a gobernar, ya de por sí inútil e irresponsable, se ha empeñado hasta las cejas con lo peor de la política mundial, los populistas de ultraizquierda y los mayores enemigos de España, los independentistas catalanes y vascos y los propios terroristas que nos estuvieron asesinando y atemorizando durante décadas.

La caída en picado de nuestros valores, es irreversible. Comenzó con el nefasto Zapatero; la mantuvo sin ofrecer la más mínima resistencia Rajoy; ahora, con Sánchez, nuestra sociedad acabará perdiendo todo lo bueno que pudiera quedarnos, sobre todo por la manipulación educacional ideológica de nuestros hijos y el sometimiento de todos los medios de información a sus objetivos. Y ante tan terrible horizonte, la Iglesia calla.