Botellonas, noches de San Juan, reuniones masivas, casi todas de jóvenes. Lógico. Es la generación de la TV al 100%. Nacieron con la tele, la informática y los móviles, y en esta pandemia, al menos en España, no ha habido muertos. A ver, ¿cuántos ha visto usted?, ¿cuántas familias llorando?, ¿cuántos funerales o sufrimientos?, ¿cuántos gobernantes visitando hospitales?, ¿cuántas autoridades dando pésames? Respuesta: ninguno.

Ha visto usted aplausos, merecidos por los que los recibían, y algunas caceroladas o cayetanos en algunas televisiones. Es decir, posturas políticas, pero sufrimiento, ninguno. Todas las exageraciones son contraproducentes. No se podía abrir los noticiarios con muertos todos los días, pero también es exageración el ninguno.

Alguien lo ha justificado en el respeto al dolor privado cuando, primero, todos los días el resto de desgracias y accidentes aparecen en pantalla, y segundo, alguna familia, o muchas, habrá que diga: “Aquí está la foto del abuelo, y yo explicando cómo estuvimos desconectados de él las últimas semanas’. Abrió los ojos un joven de su confinamiento, de su entretenimiento o, alguno, del curro porque el suyo siguió abierto, y no había imágenes en TV, informática ni móvil y la primera de todos los noticiarios. Y se dijo el joven: “Algo hay por ahí, pero no va conmigo: ya me dejan salir, me voy a la botellona”.