Fue el órgano social sanitario que, durante más de dos meses, dio el latido colectivo del país. Los demás que conformamos el resto de vísceras y miembros del cuerpo social seguíamos con atención el drama que se desarrollaba en nuestros hospitales. Siendo espectadores, nos competía también ser protagonistas. Animar y animarnos con palmas y música para mantener el pulso vital y manifestar la solidaridad básica que nutre y mantiene la comunidad en la que convivimos.

Es la imagen de una sociedad en acción en la que las partes se sienten dentro de un todo. Así lo simbolizaron sus señorías en el Congreso, con aplausos a quien subió a limpiar micrófonos y tribuna. Pero sin restar importancia al trabajo humilde y socialmente necesario de aquella limpiadora, es en las UCI, sin olvidar a otros profesionales, donde hay que situar el simbolismo social de estos meses de vida colectiva. Porque la sociedad es un instrumento de perfeccionamiento con el que si no se sube, se baja.

Mejoramos cuando el ejemplo de los mejores es capaz de admirar y atraernos a ser como ellos. Sea bienvenida cualquier difusión literaria o cinematográfica que se haga de los ejemplos de profesionalidad y abnegación hasta la muerte de nuestro personal sanitario. 

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