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Cataluña, de mal en peor

Puigdemont se contradice al hablar de un genérico y vago diálogo y no desviarse ni un ápice de la hoja de ruta independentista

La jornada posterior al mensaje del Rey sobre el intento de golpe de Estado en Cataluña no trajo cambios sustanciales en la situación, con un Gobierno de España que sigue sin dar muestras de vida. En la comunidad catalana todo va de mal en peor y la sinrazón del procés ya está empezando a afectar a la economía nacional. El Íbex registró ayer una caída del 2,85%, la mayor desde el Brexit, perdiendo el umbral de los 10.000 puntos. En general, empieza a cundir el pesimismo en el empresariado español y se manifiestan las primeras consecuencias de cierta importancia, como el traslado de la importante empresa biotecnológica Oryzon de Barcelona a Madrid para corregir su caída en Bolsa.

Sin embargo, donde se registraron los mayores movimientos sísmicos de ayer -día en el que la calle recuperó una relativa tranquilidad- fue en el plano político. Por una parte, la Mesa del Parlamento catalán ha convocado un pleno para el próximo lunes en el que muy probablemente se podría proclamar la declaración unilateral de independencia (DUI). Pese a que los letrados de la Cámara autonómica han avisado de la manifiesta ilegalidad de tal medida -que podría tener consecuencias penales-, los partidos secesionistas se empeñan en seguir adelante con su suicida hoja de ruta. Paradójicamente, mientras esto ocurría, el líder de los independentistas y presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, daba un discurso televisivo apelando a la mediación y al diálogo, pero sin desviarse un ápice de los planes independentistas. La intervención de Puigdemont intentó ser una réplica a la de Felipe VI del pasado martes y en ella volvió a desplegar todos los lugares comunes y falsedades del nacionalismo catalán, entre ellos dos en los que se suele hacer hincapié en estos días: la existencia de un "pueblo unido" catalán que está amenazado por un pérfido y represor Estado español; y el respeto de la Generalitat a la pluralidad cultural y lingüística de Cataluña, cuando son notorios los años de marginación de la lengua castellana en los organismos oficiales -Puigdemont llegó a decir unas palabras en español-. Asimismo, Puigdemont intentó demostrar a la audiencia que, con su mensaje del martes, el Monarca se había alineado con Rajoy. Es la misma tesis que está defendiendo la extrema izquierda populista, alineada con los independentistas en su intento de finiquitar la Constitución del 78.

Mientras todo esto ocurre, el Gobierno de España sigue manteniendo un perfil muy bajo en la crisis, confiándolo todo a la Justicia -ayer se supo que la Audiencia Nacional está investigando por sedición al jefe de los Mossos, Josep Lluís Trapero-. Ya es hora de que Rajoy dé un paso al frente y que lidere al bloque constitucional para dar una salida a un problema que no puede seguir enquistándose en Cataluña.

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