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Iglesias se va de un Gobierno a la gresca

La salida de Pablo Iglesias del Ejecutivo es una oportunidad para rebajar las tensiones internas en un Consejo de Ministros cada vez más enfrentado

La salida de Pablo Iglesias del Gobierno de España para liderar la candidatura de Podemos en las próximas elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid es una oportunidad para que el Ejecutivo recupere una cierta normalidad que, prácticamente desde el inicio de su andadura, había perdido. Iglesias deja tras de sí un Gobierno fracturado y dividido como hasta la fecha nunca se había visto en España; tanto que en los últimos tiempos los ministros socialistas y morados ya ni se molestaban en disimular unas diferencias que aireaban con desparpajo en los medios de comunicación. La famosa frase del presidente Sánchez de que no podría dormir tranquilo con Iglesias en el Gobierno se cumplió de alguna manera, ya que el líder morado ha sido más un incordio que una ayuda para un Ejecutivo actualmente a la gresca por leyes como la Trans o, mucho más importante, la de Vivienda. Ahora está por ver si la marcha de Iglesias servirá o no para mejorar las relaciones en el interior del Consejo de Ministros. Todo indica que su sucesora en las relaciones con el presidente Sánchez dentro del Gobierno, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, es una política más dada al trabajo riguroso y paciente que a la proclama política facilona. Iglesias parecía no comprender que gobernar no es estar en un permanente mitin y que, la mayoría de las veces, es una labor ardua y laboriosa en la que es importante comprender muy bien los problemas y todas sus implicaciones antes de tomar una decisión. De hecho, el ex vicepresidente dio ayer una clara muestra de su concepción adolescente de la política al afirmar que este tiempo le ha servido para "confirmar que enfrente del Gobierno hay oligarquías con gran poder". Como un radical de asamblea de facultad, a Iglesias siempre le ha gustado fomentar esa imagen de un Ejecutivo elegido por el pueblo acosado por los oscuros intereses de una minoría malvada, demostrando que no comprende el denso entramado de intereses y legitimidades que se da en toda sociedad libre y compleja. Ni siquiera que el Poder Ejecutivo es sólo uno más y no superior al Judicial o al Legislativo. Su paso por el Gobierno ha dejado muchas sombras y prácticamente ninguna luz.

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