Un año después de su última crisis de Gobierno, Pedro Sánchez da un nuevo giro de timón pero, en este caso, en su partido. Habrá que esperar el alcance del movimiento por si algunas dualidades provisionales no acaban por salpicar al futuro Consejo de Ministros. El comité federal del PSOE ratificó ayer en sesión extraordinaria las propuestas del secretario general. La principal, la designación de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, como número dos de la formación, en sustitución de la dimitida Adriana Lastra. También la del histórico Patxi López como portavoz del grupo en el Congreso. Ante el goteo de informaciones que resaltaban las diferencias entre Moncloa y Ferraz, la sede del PSOE, Sánchez ha decidido integrar los dos poderes en un comité de dirección al margen del aparato del partido con la presencia de cinco ministros. Pilar Alegría, en teoría, compatibilizará la cartera de Educación con la portavocía de la Ejecutiva Federal. Paso efímero por el cargo del andaluz Felipe Sicilia, un hombre de Lastra que se barajó como candidato a la Presidencia de la Junta. El revés electoral de Andalucía o la encuesta del CIS en la que el PP ya aventaja al PSOE en intención de voto sirven como punto de inflexión para estos cambios. Con los comicios de 2023 al fondo, al partido se le reprocha que no consigue que se rentabilicen los logros del Gobierno. La capacidad camaleónica de Sánchez está fuera de dudas. Incluso con una enmienda a la totalidad del sanchismo, al prescindir paso a paso de todos los que le ayudaron en su trayectoria. Pero quizá este PSOE tutelado por un hiperliderazgo debiera plantearse si, en realidad, su insoluble problema no es otro que el propio Pedro Sánchez.