APENAS 24 horas después de formalizar su renuncia al acta de diputado que obtuvo como primer candidato del PSOE por la circunscripción de Madrid, Pedro Sánchez rediseñó su página web personal y lanzó su campaña para recuperar la Secretaría General del partido, de la que dimitió hace ahora un mes tras el convulso Comité Federal del primero de octubre. Sánchez se promociona como solución para "recuperar y reconstruir el PSOE" y llama a inscribirse mediante un formulario. Como en su despedida como dirigente del partido, al que dejaba roto en dos, y en su adiós como diputado de anteayer, Sánchez salta a la carrera de las primarias y congreso extraordinario sin una sola autocrítica. Porque no se puede afirmar que Pedro Sánchez sea el único responsable de cómo se encuentra hoy el PSOE, pero sí cabe recordar que sí es el principal. El bagaje del ex secretario general es exiguo: ha fijado por dos veces consecutivas la marca de menor representación de los socialistas en el Congreso de los Diputados, perdiendo millones de votantes y, lo que es peor, ha generado un cisma interno que costará tiempo y esfuerzo recomponer. El ya militante de base Pedro Sánchez obvia todo eso y centra todo el debate en la posición que su partido ha jugado para, finalmente, permitir que España tenga un Gobierno. Es la misma premisa tramposa que esgrimió antes de su último Comité Federal. No se trató -ni se trata- de él o Mariano Rajoy, sino de si el PSOE, tras su dirección errática, debía provocar unas terceras elecciones que eran nocivas para la propia democracia española y que podían arrebatar al PSOE la hegemonía de la izquierda, sustentada a duras penas en junio porque aproximadamente un millón de votantes de diciembre de Podemos o IU decidieron abstenerse y no precisamente por la fortaleza de la candidatura de Sánchez. El ex diputado madrileño sigue en su deriva, intentando dividir aún más al partido, como si hubiese buenos y malos socialistas, y apelando a mensajes populistas como el supuesto ninguneo a las bases. El Comité Federal que provocó su caída y que optó por impedir ir por tercera vez a las urnas en un año tiene toda la legitimidad de las bases del PSOE, como los secretarios generales territoriales que no le apoyaban en su autodestructiva política. Pedro Sánchez sigue sin tomar conciencia de la realidad. Durante diez meses no aceptó sus dos severas derrotas en las urnas y no asumió nunca su responsabilidad en ellas. Ahora tampoco asume que su tiempo -caótico y desastroso- ya pasó y que el mejor servicio que puede hacer al partido que dice querer tanto es hacerse a un lado y dejar de estorbar. España necesita un PSOE unido, fuerte y responsable, justo lo que él nunca ofreció al electorado.

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