Veladores en Sevilla: volver a la mesura

La decisión del Ayuntamiento de racionalizar los veladores del centro es acertada y debería extenderse a otros barrios

Los cuatro años en los que Juan Ignacio Zoido fue alcalde se experimentó en Sevilla un auténtico boom de los veladores de bares y restaurantes, que llegaron a crecer de una manera claramente abusiva y desordenada. Los responsables políticos de entonces justificaban este invasión de la vía pública por sillas y mesas con la imperiosa necesidad de crear empleo en unos momentos en los que la crisis económica estaba castigando duramente a nuestra ciudad, ecuación simplista que no siempre se cumplía y, si lo hacía, era muchas veces generando un empleo de muy baja calidad. A cambio, los ciudadanos hemos tenido que sufrir durante estos años el sobreamueblamiento de las calles, no sólo con la proliferación de los veladores, sino con todo tipo de carteles publicitarios y expositores que, en algunos casos, hacen imposible el normal tránsito peatonal por las aceras. Aparte hay que señalar el daño estético que se hace a algunas de las zonas más hermosas de Sevilla y el ruido que provocan muchos de estos veladores, impidiendo algunas veces el derecho a la tranquilidad diurna o nocturna de los ciudadanos.

Es evidente que la restauración es uno de los sectores más dinámicos e importantes de nuestra economía y que, por tanto, hay que cuidarla e, incluso, mimarla. Hoy por hoy, la gastronomía o el ocio vinculado a lo que llamamos el tapeo y el copeo son señas de identidad de nuestra ciudad como marca turística y dejan importantes beneficios económicos que no hay que desdeñar. Pero en Sevilla se han pasado algunas líneas rojas y es hora de volver a la mesura, entre otras cosas porque podemos matar a la gallina de los huevos de oro del turismo si terminamos convirtiendo nuestras calles en un velador sin fin o las desnaturalizamos echando a los vecinos o convirtiéndolas en un parque temático. El turismo de calidad, el que deberíamos atraer, busca lugares diferentes, hermosos, auténticos, no escenarios de cartón piedra que, además, son ruidosos e incómodos para pasear. La proliferación excesiva de veladores nos estaba llevando hacia ese desolador paisaje.

Por todo lo dicho, vemos oportuna la decisión del Ayuntamiento de reducir drásticamente los veladores en tres zonas principales de la ciudad -La Campana, la Avenida de la Constitución y la Calle San Fernando-, así como su intención de ampliar este medida a otras zonas del centro histórico. Sería positivo que Urbanismo también tomase esta medida en los barrios extramuros, donde en los últimos años han proliferado auténticos tinglados que ocupan sin ton ni son la vía pública y que dan a la ciudad moderna un aspecto tercermundista que es inaceptable.

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