Cuatro primeros ministros en seis años y una peligrosa deriva política y económica desde que en 2016 David Cameron, con su cómoda mayoría absoluta, decidió convocar en el Reino Unido un referéndum para afianzar su permanencia en la Unión Europea y lo perdió. Desde entonces, el citado Cameron, Theresa May, Boris Johnson y ahora Liz Truss han tenido que abandonar precipitadamente el número 10 de Downing Street. La última apenas ha permanecido 44 días al frente del Gobierno británico, obligada a renunciar por su fallido plan económico. Pero en el fondo, la causa de esta inestabilidad que persigue a una de las democracias más consolidadas del mundo hay que buscarla en el Brexit. Una ruptura con Europa para recuperar un supuesto poder de decisión justo cuando el actual mundo globalizado exigía la fortaleza que proporciona la unidad para afrontar los desafíos ante los intereses comerciales y estratégicos de las dos grandes potencias: China y Estados Unidos. Por no citar el conflicto derivado de la invasión rusa de Ucrania. La palabra "caos" es la que más han utilizado medios de comunicación y expertos para describir el escenario actual, con un partido conservador dividido y con tendencias autodestructivas que han dilapidado en menos de tres años el masivo respaldo ciudadano que obtuvo Johnson. Los dirigentes han cultivado demasiado tiempo la falacia de que el Reino Unido podría disfrutar de las ventajas de la Unión Europea en un marco sin obligaciones ni contrapartidas. Ahora será muy complicado asumir la realidad. La crisis británica es una pésima noticia porque sólo añade más turbulencias a un escenario ya marcado por la incertidumbre. Y tampoco se vislumbra una fácil salida. Los laboristas exigen una convocatoria anticipada de las elecciones. Los conservadores son conscientes de su descrédito. Pero tampoco logran consensuar un líder que intente reconducir la situación. Un panorama muy oscuro.