Tras trece días de angustiosa búsqueda, ha aparecido el cuerpo sin vida del pequeño Julen en el pozo de la localidad de Totalán (Málaga). Sobre esta tragedia poco se puede comentar más allá de guardar un respetuoso silencio y mostrar nuestras condolencias a los padres y allegados del menor. Pero este caso que ha conmocionado a la opinión pública deja lecciones que es importante que interioricemos. En primer lugar, y más allá de las habituales manifestaciones de vileza a las que estamos acostumbrados, la sociedad española ha vuelto a demostrar su profundo sentido de solidaridad. Durante todos estos días, las redes sociales han sido un hervidero de muestras de ánimo y compasión ante lo que estaba sucediendo, y todo aquel que ha podido, especialmente los vecinos del pueblo de Totalán, ha colaborado materialmente con los familiares del pequeño y con los profesionales que trabajaban en el pozo. Una foto difundida resume el espíritu de Totalán. En ella aparecen los equipos de rescate exhibiendo tres banderas, las de Asturias, Andalucía y España. Pese al fatal resultado, lo ocurrido estos días en esta localidad malagueña nos recuerda el valor de la unidad, no como un concepto retórico o patriotero, sino una como fortaleza que hace que seamos capaces de afrontar experiencias difíciles, incluso cuando el resultado es adverso. Nadie podrá devolver al pequeño Julen a sus padres, pero el ejemplo del trabajo codo con codo de los mineros asturianos con bomberos andaluces y guardia civiles de distintos puntos del país quedará para siempre. La sociedad española ha vuelto a demostrar su profundo sentido de la solidaridad, su compasión y empatía hacia las desgracias. Todo el mundo sabía que las posibilidades de que el niño Julen apareciese con vida eran prácticamente nulas, pero aun así administraciones y ciudadanos trabajaron sin descanso en su rescate. Ésa es la mejor España que hay que preservar.