28-F, una fecha histórica para mirar al futuro

En estos cuarenta años Andalucía ha dado un gran salto adelante, pero también se han perpetuado algunas de sus lacras seculares

Hoy se cumplen cuarenta años de una de las fechas más importantes de la historia contemporánea de Andalucía: el referéndum del 28 de febrero de 1980, el conocido por todos como el 28-F, en el que los ciudadanos, con su apoyo masivo a la autonomía, lanzaron dos mensajes muy claros: que exigían el autogobierno como herramienta para superar un atraso secular motivado por la discriminación de nuestra región frente a otras del país y que no iban a tolerar que la nueva España democrática se construyese sobre los pilares de la desigualdad, como pretendían muchos por entonces.

Estos cuarenta años de autonomía andaluza arrojan un balance agridulce, lleno de luces y sombras. A grandes rasgos, nadie puede dudar del inmenso salto adelante que se ha dado, pasando de ser un territorio cercano en muchos indicadores al Tercer Mundo a otro plenamente integrado en la Unión Europea y con unos niveles de bienestar envidiables en la mayor parte del planeta. Es cierto que para este espectacular avance han tenido también mucho que ver el general desarrollo del país y, sobre todo, la lluvia de fondos de cohesión que siguió a la integración de España en la UE, entonces aún llamada Comunidad Económica Europea (CEE). Asimismo, también es cierto que el autogobierno ha permitido una mejor optimización de estos capitales y, sobre todo, ha acercado a los ciudadanos la administración de sus asuntos generales, antes vista como algo lejano y extraño. Sólo hay que dar un paseo por las ciudades y pueblos andaluces para observar lo mucho que se ha avanzado.

Sin embargo, como reverso oscuro del proceso autonómico está la evidencia de que en estos cuarenta años apenas se ha reducido la distancia relativa que nos separa de los territorios más ricos de España (País Vasco, Madrid, Navarra...). También, que la autonomía no ha sabido extirpar algunas de las lacras de Andalucía: desempleo, falta de industrialización, clientelismo político, etcétera. Andalucía sigue siendo una de las regiones menos desarrolladas de España.

Este 28-F llega además en unos momentos en los que se está poniendo en cuestión el sistema autonómico en un claro intento de los nacionalistas catalanes de avanzar, como mínimo, hacia un modelo de Estado marcado por la desigualdad (la cual disfrazan con la palabra diferencia). Andalucía, una región que se siente cómoda en el actual sistema autonómico (el que mejor ha sabido conjugar la pluralidad y la unidad de los territorios), no puede más que seguir jugando el papel de garante de la igualdad entre las diferentes autonomías.

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