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La honestidad de la Justicia española

La sentencia de la Gürtel y el ingreso de Urdangarín en prisión demuestran la altura y limpieza de la Justicia española

El ex duque de Palma y marido de la infanta Cristina, Iñaki Urdangarín, ingresará en las próximas horas en prisión por el caso Nóos, pese a que el Tribunal Supremo ha rebajado en cinco meses -hasta los 5 años y 10 meses- su condena por los delitos de prevaricación, malversación, fraude y tráfico de influencia. El hecho de que un miembro de la familia del Rey entre en la cárcel es algo que pasará a los libros de historia y que demuestra, tanto a los ciudadanos españoles como al conjunto del mundo, que la Justicia española no es ese conglomerado de intereses y corruptelas que algunos medios de comunicación y políticos vinculados al independentismo catalán y al populismo han querido hacer ver.

En los últimos tiempos no sólo hemos visto cómo la Justicia ha puesto a las puertas de la cárcel al marido de una infanta de España. También hemos asistido a sentencias como las del caso Gürtel, en las que se afirmaba que el partido que ejercía la Presidencia del Gobierno, el PP, había disfrutado durante años de financiación ilegal. Sin dicha sentencia, nunca se hubiese producido la moción de censura que hizo caer al Gobierno de Rajoy, sin que todavía hayan pedido disculpas aquellos que en su día pusieron en duda la labor de muchos de los profesionales de la Justicia que trabajaron en ese caso.

Con estos dos ejemplos, el Nóos y la Gürtel, queda bien claro que nuestro sistema judicial no es sólo altamente profesional, sino también profundamente limpio, honrado y democrático. Eso no quita que, como en cualquier país del mundo, dicho sistema no esté sometido continuamente -sobre todo, en los casos con repercusiones políticas- a presiones espurias, ni que no existan manzanas podridas que, en un momento dado, hayan prevaricado. Pero queda claro que nuestros tribunales siempre buscan, muchas veces contra viento y marea, impartir justicia de una manera ecuánime.

Lo dicho habría que recordárselo a algunos políticos y profesionales de la justicia europeos -pocos y de escasa importancia- que en los últimos tiempos se han permitido poner en tela de juicio la imparcialidad y honestidad de nuestra Justicia. Si personajes como el ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, están en búsqueda y captura no es por una persecución ideológica del independentismo, sino porque presuntamente han cometido delitos tipificados en nuestro ordenamiento jurídico, como la sedición y la rebelión. A la vista está que, en cuestiones de honestidad judicial, no tenemos nada que envidiar a otros países. Es más, incluso podemos dar lecciones.

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