Un horizonte lleno de incertidumbre

En un escenario de inestabilidad, el mejor remedio es acudir a la Unión Europea para acordar medidas comunes

El diagnóstico de los expertos es coincidente: la inflación ha llegado para quedarse. Cuestión distinta es que el disparatado crecimiento actual se contenga, incluso a final de año, y que, una vez superada la fase aguda, los precios se mantengan en un intervalo de subida anual asumible, en el entorno del 2%. Pero, en el escenario presente y una vez que los bancos centrales han decidido actuar incrementando los tipos de interés, la cuestión que deberá resolverse en el medio plazo es qué grado de recesión económica será asumible por las economías a cambio de frenar la escalada del IPC. El ejemplo de Estados Unidos, con tasas de crecimiento negativo en los dos últimos trimestres, debe servir de advertencia para Europa, ya que puede suponer el preludio de lo que sucederá en la UE en un plazo de seis meses. Si a ello le sumamos el justificado temor a una escasez energética por la interrupción del flujo de gas desde Rusia, es lógico que los especialistas aventuren un horizonte presidido por la incertidumbre y pendiente, además, de los movimientos de la geopolítica que pueden agravar o liberar la situación. Hasta ahora, la economía española se ha comportado como una burbuja veraniega. Después de dos años de restricciones por el Covid, el ahorro acumulado ha facilitado un fuerte incremento del consumo del que se han beneficiado el sector servicios y su principal motor, el turismo. Pero los ajustes llegarán. Y ante un periodo de inestabilidad el mejor remedio es la unidad europeo. Desde la necesidad de implementar medidas no cosméticas para reducir el gasto energético hasta la posibilidad de arbitrar gravámenes comunes para limitar los beneficios extraordinarios de las grandes compañías.

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