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La larga guerra contra el yihadismo

La firme determinación de los ciudadanos es fundamental para evitar que los yihadistas mermen su capacidad de resistencia moral

El atentado de la pasada Nochevieja en Estambul nos recuerda que el Estado Islámico, lejos de estar derrotado, aún puede hacer mucho daño. Primero porque aún sigue conservando poder militar y territorial y, después, porque atentados como el del Club Reina son relativamente fáciles de perpetrar. El Estado turco había dedicado aquella noche una cantidad ingente de agentes y medios materiales para evitar un atentado y, sin embargo, un fanático con un fusil de asalto fue capaz de matar a 39 personas y herir a otras 69. Estamos ante una acción que apenas necesita logística y cuya planificación deja pocos rastros, por lo que es difícilmente de prever por muchos medios antiterroristas con los que se cuente. Una vez más, habrá que recordar que estamos ante lo que los teóricos de la lucha contra el yihadismo llaman la Long War, una guerra larga que no se puede ganar sólo con la superioridad de medios humanos y materiales, sino que requiere de un elemento fundamental: la paciencia y el valor de la ciudadanía en general, que debe aguantar día tras día cómo una serie de actos criminales y apocalípticos intentan minar su moral. Ahora más que nunca, la firme determinación de la opinión pública es fundamental para evitar que los terroristas mermen su capacidad de resistencia. Al fin y al cabo, los terroristas saben que sus acciones son mensajes propagandísticos incapaces en sí mismos de derrotar militarmente a Occidente, pero capaces de algo mucho más profundo: su rendición ética y moral.

Durante los últimos tiempos vivimos en un cierto optimismo al pensar que el Estado Islámico iba a ser derrotado definitivamente. Sin embargo, la reconquista de Palmira por parte del Daesh y la ralentización de la ofensiva sobre Mosul ponen en evidencia que esta labor será más larga de lo que esperábamos. No nos cabe ninguna duda de que el futuro del Estado Islámico, como potencia territorial y militar, es su desaparición en un medio plazo, ya que la superioridad de sus adversarios es manifiesta. Sin embargo, el EI seguirá como organización terrorista. De hecho, cada vez adquiere más fuerza en el Sahel y en algunas zonas del norte de África.

Occidente debe seguir perseverando en la lucha policial, pero también debe alcanzar un gran pacto social de resistencia frente al yihadismo. Esta guerra será larga y sólo se ganará si todos queremos que se gane.

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