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Un mundo cada vez más hostil

Cada vez son más los países que están tomando la vía iliberal como forma de enfrentarse a los muchos problemas de un mundo marcado por la crisis y la pandemia

El presidente ruso, Vladímir Putin, ha dado de nuevo una vuelta de tuerca más a su enemistad con los países del llamado bloque occidental y los ha amenazado abiertamente con que "lamentarán como hace mucho que no lo hacen" cualquier acto que él interprete como una provocación contra los intereses de Rusia. Putin, en un tono cuasi bélico, aseguró que la respuesta será "asimétrica, rápida y dura". Parece claro que los excesos verbales del magnatario ruso están más dirigidos al consumo interno de un país que no termina de aceptar que ya no es la potencia mundial que fue durante la Guerra Fría, conflicto de larga duración y baja intensidad que perdió debido a los delirios de un comunismo que se mostró absolutamente inoperante económica y socialmente, por no hablar de sus gravísimas carencias en materia de derechos humanos. En los últimos tiempos hemos visto que Rusia, una país ya abiertamente iliberal, ha tomado una deriva preocupante y agresiva, que le impulsa a acciones que van contra los principios del derecho internacional y la concordia entre los países, con un intervencionismo apenas disimulado. En España lo sabemos bien debido a los muchos indicios de su apoyo a los independentistas catalanes en su objetivo de finiquitar la soberanía nacional. Pero Rusia no es un país aislado. En el concierto de las naciones cada vez son más los países que, al igual que pasó en los años treinta, están tomando la vía iliberal como forma de enfrentarse a los muchos problemas de un mundo cada vez más hostil como resultado de la crisis económica y la pandemia. Ante esta situación, los países del antiguamente llamado Mundo Libre, compuesto fundamentalmente por EEUU y Europa, deben hacer un esfuerzo para rearmarse moralmente y hacer frente a los problemas sin que eso suponga una merma en las alta cotas alcanzadas en materia de Derechos Humanos. La experiencia nos enseña (y en España lo sabemos bien) que la democracia representativa y la economía de mercado son la mejor manera de garantizar un mundo con cuotas de libertad y prosperidad aceptables. Convendría no olvidarlo.

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