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Una oportunidad para negociar un 'Brexit' suave

La sentencia de la Justicia británica no impedirá el 'Brexit', pero facilita un acuerdo entre Gran Bretaña y la UE para una salida suave

La sentencia del Tribunal Supremo del Reino Unido que, en contra del criterio del Gobierno conservador de Theresa May, da al Parlamento nacional la potestad de activar la salida del país de la Unión Europea (el famoso Brexit), tal como decidió el pueblo británico en el referéndum el pasado año, deja un sabor agridulce. Por una parte, es una buena nueva, en el sentido de que abre la posibilidad de que la Cámara de los Comunes suavice el Brexit que pretende un Ejecutivo que sigue alardeando de antieuropeísmo y que pretendía una ruptura dura y sin paliativos. Pero, por la otra, es la evidencia de que la salida del Reino Unido de la UE, aunque sea con matices, es ya una realidad imparable.

Después del referéndum del Brexit, que dividió drásticamente en dos mitades la sociedad británica y que se saldó con un resultado ajustadísimo (52% de votos favorables contra 48% en contra), llegó a calar en los sectores europeístas la esperanza de que, finalmente, todo quedaría en una broma pesada y que el sentido común volvería a la política de las islas. Esperanza vana y lejos de la realidad, pues el Parlamento ya ha dejado claro que, en ningún momento, se opondrá a llevar a cabo lo que los ciudadanos británicos han decidido en un referéndum, por mucho que el resultado haya sido ajustadísimo. Ahora bien, hay muchas formas de llevar a cabo esta salida y el camino que probablemente tomará el Parlamento será el menos nocivo tanto para Gran Bretaña como para el resto de Europa.

Ahora, es importante que la Unión Europea actúe con inteligencia y sentido de la realidad, para lo que tendría que flexibilizar su postura inicial del todo o nada. El acuerdo es posible y no nos conviene un conflicto de intereses permanente con Gran Bretaña, más en unos momentos en los que Donald Trump va a hacer todo lo posible para debilitar los lazos entre las islas y el continente. En todo momento habrá que mantener la cabeza fría e intentar salvar el máximo de lazos económicos e institucionales posibles. Ni que decir tiene que lo último que le interesa a España es enrarecer las relaciones con un país con el que mantiene importantes intercambios empresariales y demográficos. La sentencia del Tribunal Supremo de la Gran Bretaña es, en este sentido, una oportunidad de salvar algunos muebles. Hubiésemos deseado que el Brexit nunca se hubiese producido, pero, una vez que ya es inevitable, hay que intentar que haga el mínimo daño posible.

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