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Tribuna

Ildefonso Marqués Perales

Profesor de Sociología de la Universidad de Sevilla

Bosquejo de una debacle

Si el miedo es que saliera el ultraderechista Vox y el PP tiene a priori más votos que el PSOE, la estrategia más racional es votar a los populares. Conocer la teoría de juegos habría bastado

Bosquejo de una debacle Bosquejo de una debacle

Bosquejo de una debacle / rosell

Se decía de Servius Tullius, sexto rey de Roma, que había sido bendecido por la diosa Fortuna. Hasta su muerte, cuando ya ésta lo abandonó, reinó durante 44 años impulsando grandes cambios en la administración, ejército y urbanismo de la ciudad. Y es que ya puedes hacer las cosas rematadamente mal que si la suerte te acompaña, las estrellas girarán en torno a ti.

¿Cómo es posible que Juanma Moreno Bonilla, un líder que no se caracteriza ni por una especial inteligencia ni por un talento sin par, haya ganado con mayoría absoluta las elecciones con un partido lastrado por la corrupción y que concita tantas antipatías históricas? Mi percepción es que su suerte se deriva toda de haber caído en el lugar y tiempo exactos.

La estrategia del Partido Popular se ha vertebrado en torno a una simple idea: ganar el centro por medio de la moderación. Simple y llanamente eso. No hay más agencia y no hay mejor resultado: la multiplicación de los panes y peces.

El origen de todo ya lo conocemos: tras 37 años de gobierno, la legitimidad de origen del partido socialista se desvaneció y su legitimidad de ejercicio quedó en entredicho tras la crisis del 2008. Básicamente, los andaluces consideraron que su tierra marchaba a pasos agigantados hacia un nuevo PRI: el partido se confundía ya con la administración. Una buena parte de los andaluces creyeron que el partido se había convertido en gran medida en una agencia de empleo de sus cuadros. La elección de su antigua líder, Susana Díaz, confirmó esta hipótesis. Seamos sinceros, no en vano si algo cae mal en Andalucía, es un profesional de la política, un cuadro formado en un partido del que nunca salió ni saldrá. Todos sabían que con ella (no por ella), las elecciones se podían dar un vuelco. Nadie se lo advirtió en el partido. Ningún crítico a su alrededor para decirle que el rey estaba desnudo.

El día que las izquierdas no pudieron conseguir la mayoría en el parlamento, al Partido Popular se le abrió una rendija de oportunidad. Ahora bien, para aprovecharla, hubo que venderse al mismo diablo y pactar con una formación cuyos principios filosóficos fueron tomados prestados de la inquisición española. Tocaba abrirse en canal y rebajar los criterios morales. La operación era arriesgada, ahora bien, si la cosa salía bien, los miedos que los votantes de izquierda habían tenido históricamente a la derecha, irían disminuyendo. A partir de ahí, moderación, si no se puede en los haceres, al menos, en los decires.

Eso sí, su ascensión disfrutó de tres regalos adicionales. Primero, la estrategia del partido socialista. Si el miedo es que saliera el ultraderechista Vox y el PP tiene a priori más votos que el PSOE, la estrategia más racional es votar los populares. Conocer la teoría de juegos habría bastado. Segundo, cada día que pasa el acuerdo con los independentistas catalanes y vascos gasta más a los socialistas. Los andaluces tienen meridanamente claro que el desarrollo de los nacionalismos periféricos les ha perjudicado históricamente. Aquí me temo que no hay solución, dado el absoluto desdén del Partido Popular hacia el interés del conjunto de los españoles. El tercero de los regalos es la dificultad de los partidos de izquierda para comunicarse con el campo andaluz. En este sentido, el partido socialista no marcó lo suficiente las líneas con Podemos, que en lo cultural, como todos sabemos, es ampliamente posmoderno. Si Izquierda Unida no toma las riendas del barco y se distancia de los de arriba y de abajo no hay nada que hacer.

Ahora sólo quedan dos opciones. Creer que todo es fruto de la falta de pedagogía (ya lo estoy escuchando), hacer lo mismo y esperar a que caiga la breva, o poner las luces largas y comenzar un periodo de profunda renovación. Si hacen lo primero corren el riesgo de ser irrelevantes y quizá con el tiempo esfumarse. Es cierto que un evento exógeno (crisis, guerra, conflicto) podría cambiar las cosas. Lo segundo exige abrirse a la sociedad conquistando el centro-izquierda, su lugar natural: el único sitio donde se pueden ganar unas elecciones en este país.

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