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Tribuna

José rodríguez de la borbolla

Ex presidente de la Junta de Andalucía

España, ¿porcentajes o proyectos?

España, ¿porcentajes o proyectos? España, ¿porcentajes o proyectos?

España, ¿porcentajes o proyectos? / rosell

A don Manuel Giménez Fernández (1896-1968) y al padre Carlos Muñiz S.I. ( 1930-2018)

EL 25 de septiembre de 1977, en la Taverna Giulia, en Roma, tuve el privilegio de participar en una cena cuyos protagonistas eran Bettino Craxi y Nerio Nessi, por un lado, y Felipe González y Alfonso Guerra, de otro. Craxi habló y habló, y, al final, nos explicó cómo iba a llegar a ser primer ministro de Italia.

El PSI tenía entonces sólo un 9,6% de votos, pero había empezado a desarrollar una estrategia de atención especial y de captación de determinadas franjas de votantes: católicos críticos con la jerarquía, republicanos con conciencia social, mujeres progresistas y otros colectivos diferenciados. Así, nos dijo, esperaban ir sumando porcentajes de voto, hasta llegar al 13%. "Y con un 13% de votos seré primer ministro", profetizó.

Al final de la cena, Felipe y Alfonso coincidieron: "Este tío tiene una clara idea de los caminos hacia el poder. Pero una cosa es llegar al poder y otra cosa es dirigir un país". "Es un aventurero, al estilo de los señores de los principados del Renacimiento", añadió Felipe.

No obstante, a Craxi no le hizo falta esperar al 13%. Entre 1983 y 1987 fue primer ministro, en la primera etapa del "Pentapartito", ¡sólo con un 11,4% de los votos! Hizo algunas reformas, llegó a controlar absolutamente el PSI y cayó, con todo, en 1992.

En la actualidad, en Italia, ya no existe el PSI, ni el PCI, ni la Democracia Cristiana, ni tantos otros partidos, cuyos porcentajes eran básicos en aquella época. Y sigue sin existir el Estado, que brilla por su ausencia, allí, desde la caída del Imperio Romano. Pero, eso sí: todos los políticos son maestros en jugar con los porcentajes para acercarse o mantener el poder, ya sea institucional ya sea partidario. No hay proyecto de país, sino proyectos de poder o de carreras personales. "Cultura florentina", le llaman algunos…

El 10 de marzo de 1997, en el Centro Pedro Arrupe, dependiente de los jesuitas, en Sevilla, se desarrolló un acto en memoria de don Manuel Giménez Fernández, catedrático de Derecho Canónico, ministro de Agricultura en la II República, católico social y líder espiritual de los democristianos de izquierda bajo el franquismo. Murió hace 50 años. "Actualidad de un pensador cristiano", rezaba la convocatoria. Allí, el padre Carlos Muñiz, jesuita, escritor y propagador de un cristianismo posconciliar, fallecido hace un mes, nos contó lo siguiente: Pierre Chaunu, hispanista francés reconocido mundialmente, estando en Sevilla, pidió al padre Muñiz que lo acompañara a visitar a don Manuel. Una vez en su casa, en confianza, Chaunu preguntó: "Don Manuel, ¿a qué atribuye la proclividad de los españoles a los pronunciamientos y a las confrontaciones civiles?". "Eso es consecuencia del porcentaje", respondió tajante el interpelado. "¿El porcentaje? ¿El porcentaje de qué?", pidió Chaunu. A lo que don Manuel contestó: "¡El porcentaje de impresentables que hay en este país! Aquí, en realidad, hay un 20% de gente de derechas y un 20% de gente de izquierdas. ¡Y un 60% de tunantes que se van con unos o con otros dependiendo de quién piensan que puede ganar!". Y remató: "Con esos porcentajes es complicado diseñar un proyecto para España, estable e incluyente".

Don Manuel siempre fue un poco extremoso y rotundo en sus juicios, pero había vivido y padecido la política en la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera, la II República y el Franquismo; y sabía que, todos, habían sido regímenes excluyentes de un porcentaje -más o menos amplio, en cada caso- de los españoles. Él, que era un político con vocación inclusiva, seguidor de la Doctrina Social de la Iglesia, sabía que, excluyendo a porcentajes importantes, se podía llegar a la confrontación civil, como así fue.

Porque la II República, por mucho que fuera democrática en sus formas, fue también excluyente en su fondo. Desde su frontispicio constitucional, en el art. 1 de la Constitución, excluía de su seno a un porcentaje importante de españoles: "España es una república de trabajadores de toda clase…", decía. ¿Qué porcentaje de españoles se sentiría excluido de aquel régimen, con esa definición?

Digámoslo: la Constitución de 1978 es la única constitución absolutamente inclusiva de nuestra historia. "Un Acta de Paz", como dice Alfonso Guerra. El llamado "Régimen del 78" es el sistema nacido de las voluntades conciliadoras de todos los partidos, refrendado por los ciudadanos que querían enterrar los demonios del pasado, y no excluyente de ningún porcentaje de ciudadanos. Convendría mirar al pasado, pero no para repetirlo, sino para exorcizar a sus demonios.

Hoy, parece que sigue habiendo -ya sean independentistas catalanes; ya sean españoles caudillistas, populistas y adanistas genéricos; ya sean, en fin, nostálgicos de cualquier pasado- partidarios de jugar con los porcentajes, haciendo renacer los desencuentros. Y se olvidan de los proyectos. En Cataluña parece que unos están dispuestos a excluir del futuro a un 50% de catalanes. Y en el conjunto de España unos quieren excluir a los que ellos llaman fascistas; otros quieren excluir a la "España casposa"; otros a los "traidores" a su propia idea de España; otros a los "corruptos de enfrente"; otros a … ¿A quién sabe quién? Todas las proclamas se basan en la exclusión del futuro de algún porcentaje, por mínimo que sea, de ciudadanos.

¿Quiénes serán los agraciados? Parece que todos tienen contados a sus propios excluibles… ¡¡Buen programa!!: Volvemos a los porcentajes… Volvemos a la exclusión… Volvemos a los demonios del pasado… ¿Es que no hay nadie más por ahí, con un proyecto para el futuro de la España toda?

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