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Tribuna

Antonio porras nadales

Catedrático de Derecho Constitucional

Jugar con fuego

La gobernabilidad, como demostró el desaparecido maestro Giovanni Sartori, se mueve constructivamente por el centro y se pierde por los extremos

Jugar con fuego Jugar con fuego

Jugar con fuego / rosell

Por más que lo tenemos repetido en los libros de historia, al final siempre acabamos tropezando en la misma piedra: la reiteración de convocatorias electorales repetidas e inopinadas en contextos de crisis y de fuerte polarización del electorado, sólo pueden acabar generando resultados negativos, como sucedió en la Alemania de los años 30.

Ya lo hemos experimentado en Cataluña en una convocatoria electoral forzada e injustificada, ¿con qué resultados? Evidentemente con un bloqueo político que se tratará de salvar con una previsible repetición electoral donde de nuevo se repetirán los mismos resultados, y así indefinidamente. Jugando con fuego.

Y ahora nos viene una Díaz Ayuso en Madrid, algo sobrecargada de asesores, con una convocatoria inopinada e injustificada cuyo resultado previsible sólo puede ser sustituir al socio Ciudadanos por un nuevo socio Vox. La espectacular y rápida maniobra de corto plazo no ha sido capaz de plantearse una mínima perspectiva estratégica de medio o largo plazo: ¿se ha preguntado Pablo Casado cuál va a ser el volumen de presiones que tendrá que soportar desde Bruselas cuando reciba la llamada de Angela Merckel pidiéndole explicaciones por una alianza con la extrema derecha?

Jugar con la gobernabilidad como si fuera un inocente juguete de efectos inocuos tiene estos inconvenientes. La gobernabilidad, como demostró el desaparecido maestro Giovanni Sartori, se mueve constructivamente por el centro y se pierde por los extremos, ya sean de extrema izquierda o de extrema derecha. Después del reciente tirón de orejas de Bruselas al Ministro de Justicia a propósito de la original idea podemita de modificar el sistema de elección de los miembros judiciales del Consejo General del Poder Judicial, lo debemos tener muy claro. La preocupación de la Unión Europea por la degradación democrática en Hungría o Polonia parece que ha desplazado ahora su foco hacia nuestra península. Y si Pedro Sánchez no ha sido capaz de resistir la presión ¿qué va a hacer el pobre de Pablo Casado cuando desde Bruselas se disparen los truenos y relámpagos?

Las visiones políticas miopes orientadas hacia maniobras de corto plazo contando con el viento favorable de las encuestas, implican un grave ejercicio de irresponsabilidad cuando ponen en juego la gobernabilidad del sistema, tan complicada en el nuevo entorno histórico de pluralismo polarizado e inestable. Y las convocatorias electorales reiteradas en unos momentos de crisis terminal como la que vivimos, vienen a ser como un niño jugando con pólvora con un encendedor en la mano. Seguramente otros líderes más maduros, como Núñez Feijoo, no se plantean este tipo de maniobras.

Y no podemos negar que en España ya se viene preparando el terreno desde hace tiempo: la reiteración de la memoria histórica en el discurso político cotidiano es algo que sólo puede acabar resucitando los fantasmas gerracivilistas de nuestra memoria colectiva, que se activan como una mecha al montarnos en una oleada electoralista reiterada y permanente. Y cuando sopla el viento huracanado de la mayor crisis histórica que hemos vivido, ponerse a jugar con las encuestas y las elecciones como si fueran un inocente instrumento democrático de efectos inocuos, constituye la mayor de las imprudencias.

Como no somos alemanes, el ejemplo de la Alemania de Weimar se nos olvida con demasiada frecuencia: la Constitución de Weimar de 1919 se construyó como un sistema de garantías para frenar lo que entonces se entendía como la principal amenaza política que se cernía sobre Europa, el comunismo soviético. Era como el cuento de "que viene el lobo, que viene el lobo". Y la sorpresa fue que, efectivamente, vino el lobo, pero no era el lobo comunista, de la extrema izquierda, sino un lobo pardo llamado Hitler, de la extrema derecha. El hundimiento de la democracia alemana de entreguerras, en un ambiente de elecciones reiteradas, preludiaba históricamente la tragedia del hundimiento de nuestra Segunda República.

Y ahora, alimentados por dudosos asesores de imagen y por manipuladores de encuestas, algunos de nuestros imberbes políticos se ponen otra vez imprudentemente a jugar con fuego. ¿Se han preguntado, más allá del corto plazo, qué horizontes de gobernabilidad pueden preludiarse, o se trata simplemente, otra vez, del simple juego del reparto de la tarta? Desde luego, nuestros gobernantes parecen tener la misma perspectiva histórica que un niño jugando con fuego.

Por fortuna, ya sólo podemos confiar en que desde el entorno histórico del presente sí tenemos una última agarradera en la que engancharnos: aún nos queda Europa. Que se vaya preparando el bueno de Pablo Casado.

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