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Tribuna

José A. Merat León

Graduado en Relaciones Internacionales

¿Leandro Fernández nació en Moratín?

Hacen falta más iniciativas públicas que verdaderamente acerquen la cultura a los jóvenes. El problema no es el dinero -o no siempre-; es que nos faltan referentes

¿Leandro Fernández nació en Moratín? ¿Leandro Fernández nació en Moratín?

¿Leandro Fernández nació en Moratín? / rosell

Javier García no existe, pero mañana cumple dieciocho años. Hasta ahora, ha sido prisionero de soporíferas clases de Lengua, Filosofía o Historia. Sin embargo, a partir de mañana será libre para acercarse a la cultura. Estoy seguro de que, con los 400 euros del bono joven cultural que ha anunciado el Gobierno de España, no caerá en comprar otro libro de Pío Baroja. Lo normal es que mire si con eso se puede pagar Netflix -ni siquiera Filmin-, Spotify y un festival en Benidorm. No porque Javier sea un chico rebelde, sino porque nunca se ha sentido atraído por esa parte de la cultura que necesita ser rescatada.

Mi hermana, que sí que existe, se leyó El sí de las niñas en 4º ESO. Antes de lanzarme a escribir estas líneas, le pregunté si recordaba el nombre del autor. Se lo tuve que leer porque lo ponía en la portada, no porque yo lo supiera: Leandro Fernández de Moratín. Ah, sí, ese. Y de la obra, ¿me puedes decir algo? Yo qué sé, que había una niña. No la considero una inculta, yo hubiese respondido exactamente lo mismo. Si os digo que me acuerdo de qué iba La venganza de don Mendo os mentiría.

Es normal. Las asignaturas "culturales" -de ciencias sociales y humanidades- nos las aprendimos de memoria en el colegio, no había otra forma. Qué bonito era vomitar los puntos clave del reinado de Isabel II, y qué risas cuando echábamos la lotería para hacer los exámenes de análisis sintáctico. ¿O es que usted sabe identificar todavía lo que es una oración subordinada adverbial?

Ya consumimos cultura. Todos mis amigos y yo escuchamos música y hemos visto El juego del calamar. La nueva serie de Alejandro Amenábar repite que el petróleo de España es su cultura. No es menos cierto, pero el bono cultural de 400 euros es una tirita para una brecha tremendamente profunda. Su cura es más barata que 200 millones de euros. A 400 euros para 490.000 nuevos adultos, eche cuentas.

A colación de esta iniciativa del Gobierno de España, leí a Elizabeth Duval decir que con dieciocho años ya está todo el pescado vendido. Y es cierto. Quien no se haya enamorado durante el colegio de la literatura, la música, el teatro, el cine o la pintura, difícilmente lo harán después. Habrá quien sí, pero será la minoría. Cuando acabé 2º ESO dejé de tocar la flauta dulce. Qué raro.

Cuando vivía en Madrid, visité en varias ocasiones el Cine Doré. Es la Filmoteca Española, donde ponen muchísimos clásicos. La entrada para jóvenes costaba 1,5 euros; no había chavales de 18 años en las sesiones. En la última de Marvel sí y la culpa no va a ser siempre nuestra. Hacen falta más iniciativas públicas que verdaderamente acerquen la cultura a los jóvenes. El problema no es el dinero -o no siempre-; es que nos faltan referentes.

En la misma ciudad existe el bono Jobo, también para jóvenes y también para temas culturales. Podías ir a ver espectáculos culturales gratis y solo conocía a una persona que lo utilizaba. Sin embargo, el bono joven de transporte público sí funciona a las mil maravillas. Veinte euros al mes y te puedes plantar en cualquier sitio de la Comunidad de Madrid. Lo teníamos todos.

¿Por qué no hacer algo similar? Por 25 euros mensuales, los menores de 25 años pueden disponer cualquier producto cultural. Ah, por cierto: los que tenemos diecinueve, veinte y veintiún años también queremos acercarnos a la cultura, que esta medida parece un regalo de cumpleaños.

Arreglar el desapego que tenemos por la cultura española no tiene precio. Las soluciones están en el Ministerio de Educación, que tiene que diseñar programas para que nuestra cultura no sea recibida con angustia y teñida de gris. Y si tenemos que recibir un bono por la fuerza, dar los mismos 400 euros a una persona de clase alta y trabajadora es igualitario, pero no equitativo. Seguramente, la segunda necesite muchas más cosas para reducir la brecha cultural.

En términos socialistas, sería mucho más razonable dar la cantidad de dinero disponible en función de las rentas del hogar. También hacerla extensible al resto de la juventud, para que esto no sea el bono cultural de los recién adultos. Esta medida es un pelotazo hacia delante para alejar el balón de la portería, pero seguiremos sin jugar a nada que merezca la pena.

No necesitamos incentivos, ya estamos interesados en la cultura. Eso sí, esa cultura que tanta nostalgia te da nos la han enseñado como densa y árida. No leo a Concha Espina ni veo cuadros de Goya porque no sé cómo se hace. Antes de regalarnos las cañas, enseñadnos a pescar y guardaos los 400 euros.

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