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Tribuna

César romero

Escritor

Notas a pie de balcón

Notas a pie de balcón Notas a pie de balcón

Notas a pie de balcón

Parecía que el balcón más invocado este año iba a ser el de Bécquer, con sus fatigadas oscuras golondrinas por el sesquicentenario de su muerte, pero la pandemia lo ha arrumbado tras los balcones donde los ciudadanos ven pasar la vida desde mediados de marzo, bulliciosos a las ocho de la tarde, tan callando al alba. A su balcón sale uno huyendo del bombardeo informativo que satura, de curvas con y sin pico, de mascarillas homologadas, de respiradores que aspirantes a Bill Gates imprimen en sus garajes, de policías municipales ejerciendo de nuevos Parchís, de expertos videollamados que dicen una cosa y su contraria. Y el silencio de la calle desierta trae algunas notas.

1.- Una vez que ha pasado, todos lo vieron venir. Mucho se ha criticado, y se criticará, al Gobierno por haber actuado tarde y mal. Seamos sinceros: ¿hubiéramos aceptado un mes antes las medidas tomadas a mediados de marzo? Cuando el dichoso virus era cosa de la exótica China, lo veíamos como algo lejano, que no nos afectaría. Dos mil, tres mil muertos, ¿qué son entre mil trescientos millones de habitantes? Calderilla. Al llegar a Italia empezamos a poner nuestras barbas en remojo. ¿Que entonces el Gobierno hubiera debido hacer algo? Muy probablemente. Tal vez se hubieran ganado diez, quince días. Pero sin las urgencias colapsadas, ¿alguien hubiese acatado que lo confinaran y lo dejaran sin Fallas, sin procesiones, sin fútbol, sin su manifestación del 8-M (cuántas conspiraciones judeo-machónicas se habrían visto tras esa suspensión), sin su mitin Voxeístico (cuánta alargada mano de diablo comunista se denunciaría)? Con meras proyecciones de datos o previsiones científicas, este pueblo ahora adulado ¿hubiera tragado entonces el sacrificio al que se está sometiendo de buen grado? Baste recordar qué hicieron muchos madrileños cuando decretaron el confinamiento y ya morían a docenas: tomárselo como unas vacaciones.

2.- Pedro Sánchez-Borbón. Nadie sabe cómo afectará esta crisis a la carrera política de Pedro Sánchez (y a nadie le preocupa, salvo a él y su corte), pero está volviendo a demostrar que es un político gaseoso (tuvo una pasmosa facilidad para pasar de ser un gas incompatible con Pablo Iglesias a otro compatible en menos de 48 horas): tiende a ocupar el espacio que le dejan. En este caso, está ocupando el lugar que, inexplicablemente, le ha dejado el jefe del Estado. A Felipe VI le ha estallado la bomba de las comisiones y apaños económicos de su padre en el peor momento, sí, pero un jefe de Estado tiene que dar la cara en tiempos así. La dio cuando el falso referéndum catalán y ahora está perdiendo la ocasión. Quien debe dar ánimos al pueblo y alentar el espíritu ciudadano y agradecer la labor abnegada de tantos en primer lugar es quien simbolizaba al Estado. No basta con el breve y descentrado y poco emotivo discurso de mediados de marzo. Tiene que hablar más, no dejar su espacio para el gaseoso Sánchez (¿han notado que en sus alocuciones sabatinas nos tutea, como sólo hacen los Reyes?).

3.- Si no entretiene, no es cultura. Quienes viven de la cultura están entre los muchos damnificados por la crisis económica que esta pandemia está trayendo. Pasa siempre. El andamiaje cultural nos diferencia del resto de animales, pero en cuanto vienen mal dadas es el primero en caer. Más allá de esto, hay dos efectos negativos que esta crisis dejará. Con admirable buena fe, editoriales, músicos y demás han puesto a disposición de la gente, gratis, creaciones y contenidos. Nada que objetar a la intención, aunque la consecuencia es clarísima: la cultura, tenderá a pensarse, no cuesta (ni tiempo, trabajo e inversión a quienes la hacen, ni dinero a quien la consume). ¿Qué se le argumentará ahora al que piratee un disco, un libro, una película? Y segundo, parece que sólo si entretiene es cultura. Si exige un esfuerzo intelectual, si no es un mero pasatiempo, no lo es. Las grandes televisiones metidas a productoras de películas taquilleras, los emporios editoriales que buscan tochos que entretengan sin más al lector han ganado la batalla. La cultura de masas ha arrinconado a la cultura que busca la excelencia y la exigencia.

4.- ¿Servirá para algo? Se pregunta si esta crisis servirá para algo, si cuidaremos más el medio ambiente, si valoraremos más a nuestros sanitarios, si repararemos más en esa vecina que era una desconocida hasta ayer, si vivir de puertas adentro nos hará apreciar más ciertas cosas no tangibles, ni cuantificables, insustituibles. Ojalá, se tiende a pensar con las buenas intenciones y las palabras grandilocuentes del momento. Quizá suceda todo esto, o sólo algo. O quizá, cuando esto pase, también palabras e intenciones pasarán. Con que, después de dos meses pegados a todo tipo de pantallas, al salir nos miremos más a la cara, como hacemos ahora desde los balcones, y veamos la vida tal cual, no a través de dispositivos electrónicos, uno se iría conformando.

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