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Tribuna

Antonio Montero Alcaide

Inspector de Educación

Prudencia, PISA después de PISA

Prudencia, PISA después de PISA Prudencia, PISA después de PISA

Prudencia, PISA después de PISA

Aunque confundida con las disposiciones apocadas, guarda relación la prudencia con la templanza, la cautela, la moderación, la sensatez o el buen juicio. Todo un catálogo de virtudes para sostener los comportamientos y las reacciones cuando necesario es afrontar o dar cuenta y explicación de alguna circunstancia. La información pública de los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (Programme for International Student Assessment, PISA por su sigla en inglés) dio buena muestra, en algunos casos, de los perjuicios que provoca no cultivar la prudencia. Dado que al rechazo que PISA genera en quienes sostienen el maléfico proceder de las "superestructuras", las torcidas intenciones de organizaciones sometidas al dictado económico o los efectos nocivos del "mundialismo", pueden unirse interpretaciones no bien avenidas con la sensatez y el buen juicio cuando no sonríen los resultados. Pero esto no es lo relevante, dado que a los mortales se nos hacen caras las virtudes, e interesa sobremanera aprender las lecciones del balance de PISA, más allá de los resultados ya conocidos y difundidos.

No sobrará, por ello, precisar que tal programa realiza juicios de valor, sobre los sistemas educativos, a partir de un "modelo dinámico de aprendizaje a lo largo de la vida centrado en lo que los jóvenes son capaces de hacer con lo que han aprendido (tanto dentro como fuera del centro escolar), sopesando sus elecciones y tomando decisiones".

Es decir, PISA evalúa el conocimiento aplicado, pero subrayar lo adjetivo no puede desmerecer lo sustantivo. Porque cabe afirmar que una de las formas más pertinentes para adquirir y retener los conocimientos es la de hacerlo aplicando estos últimos. De modo que tanto el conocimiento alcanza valor con su uso como es adquirido, significativamente, a partir de situaciones prácticas de la vida real. Por lo que ese modelo de aprendizaje, que orienta las cuestiones y actividades de PISA en sus pruebas de evaluación, no debiera ser ajeno a los procesos de enseñanza y de aprendizaje en los centros. Mas no por la imposición, quede claro, de un programa supranacional, sino por el consenso que se advierte en los sistemas educativos para incorporar competencias básicas, propias del conocimiento aplicado, al currículo de las enseñanzas. Y esta lección, entonces, debe ser repasada.

Como otras "enseñanzas" de PISA, referidas al estatus socioeconómico y cultural, no han de quedar pendientes. Se establece, a tal efecto, un índice (ISEC, Índice Social, Económico y Cultural) construido a partir de la ocupación profesional y el nivel educativo de las familias, así como de los recursos disponibles en el hogar. Y la equidad es una situación apreciable con tal índice: "La relación entre el nivel socioeconómico y cultural de las familias y el rendimiento de los estudiantes se suele interpretar como una medida de equidad de los sistemas educativos, ya que una menor relación entre ellos puede implicar que los sistemas educativos reproduzcan en menor medida las diferencias existentes en el entorno social y familiar de los alumnos en el rendimiento educativo". Así, tanto mayor será la equidad de un sistema educativo cuanto menor influya o menor impacto ocasione la variación del ISEC del alumnado en sus logros educativos.

Con datos del informe PISA correspondiente a 2015, el último publicado, del área de Ciencias en estudiantes de 15 años, el ISEC, en una escala de -1,00 a 1,00, del conjunto de los países de la UE (-0,07) es muy próximo al del promedio de la OCDE (-0,04). España, con -0,51, queda lejos de esas medias y de los países de nuestro entorno: Italia (-0,07), Grecia (-0,08), Francia (-0,14) y Portugal (-0,39). Por comunidades autónomas, Andalucía es la de más bajo ISEC (-0,87) y Madrid registra el más alto (-0,1). Sin embargo, se advierte que países con bajo ISEC, como España, obtienen resultados muy próximos a los promedios de la Unión Europea y de la OCDE, y de ahí su mayor equidad. Si bien, no existe una relación sistemática entre niveles de equidad y puntuaciones medidas altas. Por su parte, comunidades autónomas como Castilla y León, Navarra, Galicia, Aragón y Castilla-La Mancha alcanzan puntuaciones significativamente por encima de su ISEC, mientras que Andalucía obtiene las esperadas para su nivel.

Cuando en el análisis se descuenta el impacto del ISEC, es posible advertir una situación ideal, dado que se igualan las condiciones de todos los estudiantes. No obstante, aunque las diferencias se reducen, continúan verificándose distancias importantes entre las puntuaciones medias. En el caso de Andalucía, descontado el efecto del ISEC, el incremento de la puntuación en Ciencias sería de 24 puntos.

Luego, y ésta es otra lección, al ajuste de los procesos de enseñanza y de aprendizaje debe añadirse una mejora sustantiva de las condiciones que procuran estatus social, económico y cultural.

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