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Tribuna

Javier González-Cotta

Editor de Revista Mercurio

Turquía, la historia tiembla

El terremoto nos ha hecho aprender geología. Los profanos ya saben cuáles son las cuatro placas que se mueven dramáticamente bajo los intestinos de Anatolia

Turquía, la historia tiembla Turquía, la historia tiembla

Turquía, la historia tiembla / rosell

Este año venía marcado en Turquía con fechas en fosforito. En mayo se celebran elecciones presidenciales y parlamentarias (se pondrá a prueba el largo mandarinato del presidente Erdogan). Pero, sobre todo, 2023 iba a ser el año por excelencia. En octubre próximo se cumplirá un siglo de la instauración por parte de Mustafa Kemal Atatürk de la moderna República de Turquía. Tras años de guerra añadida a la IGM, la nueva república, obra reparadora del nacionalismo turco, sucedía al vetusto imperio otomano.

El apocalíptico seísmo que ha asolado el sudeste del país y el norte de la infausta Siria, ha irrumpido luctuosamente en el calendario de festejos nacionales. El epicentro ha estado en Karahmanmaras, ciudad precisamente asociada por su heroicidad a la no muy conocida guerra de liberación de Turquía (1919-1922) contra griegos y ocupantes europeos. Se halla muy cerca de Gaziantep, vinculada asimismo con la lucha turca por la independencia (su gran castillo romano ha resultado seriamente dañado), y de Malatya, cuna natal de Ismet Inönü, sucesor de Atatürk, y famosa por sus plantíos de albaricoques (tras el terremoto la nieve ha cubierto con irónica fotogenia mezquitas y edificios derruidos).

A vista de dron se muestra el picadillo en el que han quedado las ciudades turcas más dañadas. Son urbes medias y grandes, muy historiadas, pero de economías hasta hace poco atrasadas. Tal y como se ha visto en imágenes, estas urbes del sudeste anatolio fueron recreciendo, a veces especulativamente, tras décadas de desarrollismo. La más productiva y fértil Adana, junto a las Puertas Cilicias, es la quinta ciudad del país. Vinculada al problema kurdo, la muy sufrida Diyarbakir siempre ha presumido de sus imponentes murallas de basalto negro (incluso pueden contemplarse desde el espacio). En la provincia de Hatay, se halla la muy lastimada Antakya (Antioquía), muy populosa bajo el imperio romano y foco de expansión de los primeros cristianos (se halla aquí la gruta de San Pedro).

El terremoto nos ha hecho aprender geología. Los profanos ya saben cuáles son las cuatro placas que se mueven dramáticamente bajo los intestinos de Anatolia (la arábiga, la euroasiática, la anatólica y la africana). Un paisaje presuroso de Turquía nos muestra los cursos de los ríos Tigris y Éufrates, los montes Pónticos junto al Mar Negro, la cordillera del Tauro (próxima al epicentro), la recortadísima costa del Egeo al oeste y el lago Van en el este limítrofe con Irán.

Buena parte de la textura de Anatolia responde a una vasta y cansina llanura. Su estampa la vimos perfectamente acoplada al guión de la película Erase una vez Anatolia de Nuri Bilge Ceylan (autor también de Winter Sleep, ambientada en la Capadocia, con sus célebres chimeneas de toba volcánica). De igual modo, también el cine de Semih Kaplanoglu (Leche, Huevo, Miel) refunde los paisajes de la Turquía profunda y los convierte en una suerte de fábula y de teología coránica sobre la naturaleza (La promesa de Hasan).

Cerca de Konya se halla el vestigio urbano más antiguo del mundo: Catal Huyuk (7.200 a.C.). Decir Anatolia es perderse por una impresionante cenefa de historia y cultura: asirios, el reino de Urartu, frigios e hititas, la Magna Grecia, seléucidas, las impresionantes tumbas licias, el reino de Comegene y las cabezas de piedra del Monte Nemrut, la Armenia histórica, Roma y Bizancio, el cristianismo capadocio, la huella árabe, selyúcidas provenientes de los turcos oguz y, como corolario, la sagrada espada de los sultanes otomanos.

Recordaba el corresponsal Andrés Mourenza que, vía WhatsApp, la psicosis por los terremotos en Turquía se ha convertido en una suerte de animal de compañía entre los turcos (más de 50 en los últimos cien años de escala igual o superior a seis grados en la escala Richter). En 2020 ocurrió el terremoto de Izmir (Esmirna), que recordó el fatídico seísmo de 1999 (17.000 muertos) y que fue sentido amenazadoramente en Estambul. En Van, el desastre de 2011 causó más de 600 muertos. Está por ver si los dos últimos seísmos superan los 32.000 muertos que provocó el terremoto de 1939 en Erzincan (padeció otro en 1992).

En un extracto de Otros colores, el Nobel Orhan Pamuk asumía el costumbrismo del miedo a los seísmos. Decía que todo estambulí espera el día del gran terremoto, después de los de 1509 (conocido como el del día del Pequeño Juicio), 1766, 1894 o el ya citado de 1999. Muchas veces ha imaginado que el alminar de una mezquita cercana venía a desplomarse sobre la ventana de su estudio en la colina de Cihangir. La imaginación es ya una cuasi realidad aterradora.

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