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Tribuna

Josep Borrell

Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea

Por un buen fin de la guerra en Ucrania

Cuando me preguntan por el efecto de las sanciones, respondo que han permitido a Europa liberar su política rusa de la prisión energética en que estaba

Por un buen fin de la guerra en Ucrania Por un buen fin de la guerra en Ucrania

Por un buen fin de la guerra en Ucrania / rosell

La contraofensiva de las fuerzas ucranianas en la región de Jarkov no anuncia necesariamente un inminente colapso militar de Rusia. Las guerras son crueles y deparan muchas sorpresas, tanto buenas como malas. Sin embargo, la evolución del conflicto no puede dejarnos indiferentes y nos obliga a elaborar un análisis del conjunto de aspectos que afectan a la guerra del que ya podemos extraer tres aprendizajes.

El primero es la resuelta determinación del pueblo ucraniano, de su Ejército y de sus dirigentes para continuar la lucha y expulsar al agresor de su territorio. Los ataques llevados a cabo con éxito desde el verano en Crimea y en el sur han demostrado claramente que, después de haber estado a la defensiva, ahora son las fuerzas ucranianas las que llevan la iniciativa. La provincia de Jarkov está prácticamente liberada y continúa la ofensiva contra Jerson. La velocidad del avance ucraniano, la retirada de las fuerzas de ocupación abandonando gran cantidad de equipo, y la desmoralización de los soldados rusos provenientes de las regiones periféricas pobres de Rusia demuestran que si bien Ucrania no ha ganado todavía la guerra, Rusia está camino de perderla.

El segundo es la validación de la estrategia europea seguida desde el 24 de febrero consistente en no participar directamente en el conflicto, sino en movilizar recursos económicos y militares para permitir que los ucranianos recuperen su soberanía. Hay que destacar la solidez de nuestra solidaridad. Por primera vez desde la creación de la Unión Europea, se está financiando a un Estado en guerra con un fondo intergubernamental europeo. Por tanto, quienes deseábamos una Europa capaz de utilizar el lenguaje del poder ya tenemos un motivo para alegrarnos. Sin embargo, aunque ya tengamos una prueba de que somos capaces de hablarlo, necesitaremos muchos más ejercicios prácticos del mismo para que el mundo nos tome como un actor relevante en seguridad y defensa.

Los aciertos europeos han ido acompañados de los errores de Putin, quien, de forma metódica, ha logrado generar un adicción europea a la energía abundante y barata. Cuando me preguntan por el efecto de las sanciones, respondo que han permitido a Europa liberar su política rusa de la prisión energética en que estaba. Hay pocos precedentes de que toda una región del mundo se haya liberado tan rápidamente de un condicionante económico de tal magnitud. Estamos ya en vías de poner fin de raíz a una dependencia que amenazaba nuestra independencia y nuestra seguridad.

Y el tercer aprendizaje es sobre la perspectiva de la finalización del conflicto. Por desgracia, el conflicto no ha terminado y nada sería más peligroso que pasar del pesimismo a un optimismo exagerado. Putin no cederá de buena gana y por ello debemos reforzar nuestro apoyo a Ucrania satisfaciendo sus considerables necesidades militares y económicas. La guerra puede durar mucho tiempo, pero sabemos que llegará la paz y la guerra tiene que terminar mucho antes de que se pueda hacer la paz. Corresponde a los ucranianos, y sólo a ellos, definir sus términos. No obstante, podemos anticipar que lógicamente implicará la retirada del territorio ucraniano, la contribución financiera del agresor a la reconstrucción de un país que intentó destruir y el reconocimiento moral y penal de los crímenes de guerra, cuyo alcance lamentablemente aún desconocemos, por sus responsables.

La guerra todavía continúa, pero la esperanza de que termine quizás esté naciendo en el frente militar.

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