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Tribuna

césar romero

Escritor

La falsa segunda persona

Va para cuatro años que murió García Márquez y aún ruborizan las cursiladas que durante los últimos días de aquella Semana Santa hubo que leer, de gente conocida y de gente "anónima"

La falsa segunda persona La falsa segunda persona

La falsa segunda persona / rosell

No falla. Cuando muere alguien conocido, o con relevancia social, entre las dos o más páginas que le dedique cada medio pueden tener la seguridad de que alguno de los firmantes de las piezas hagiográficas o panegíricas dedicadas al finado lo hará en segunda persona, dirigiéndose al muerto como si éste aún pudiera oírle: "Antonio, te has ido y nos has dejado solos. ¿Recuerdas cuando..." y así. Ha pasado con los recientes fallecimientos de los bondadosos Forges y Quini. A uno, pese a que por sevillano tiene el oído algo habituado a esa segunda persona tan usada por aficionados y profesionales del arte de pregonar, le chirría tal manera de homenajear al muerto, tan socorrida o recurrente. Si creen que la cosa no se acaba aquí y hay vida más allá de esta tierra, ¿piensan que el muerto no tendrá otra ocupación mejor que estar alerta ante lo que quienes se quedan por aquí digan sobre él en la hora postrera? Puestos a imaginar, puede que el paraíso no sea como aquella isla de Ellis a donde llegaban los emigrantes a los Estados Unidos de principios del siglo XX, con colas y colas de personas hacinadas esperando la bendición del funcionario de turno para entrar en la tierra prometida o ser devueltos a su lugar de origen a ver en qué hacer su merced, pero será cosa de llegar y estar un tiempo algo desubicado, orientándose, impresionado por reencontrarse con viejos conocidos (o por no encontrarlos, quién sabe). Vamos, que lo primero no será pedirle a San Pedro, o al portero de guardia, un resumen de prensa de lo que por aquí anden diciendo una vez muerto. Y si no creen que haya vida más allá, ¿para qué le siguen hablando al finado como si en verdad no hubiera muerto? ¿No tuvieron tiempo de decirle personalmente lo que ahora vocean en público? ¿Creen que porque le escriban de tú a tú parecerá que no se ha ido del todo y aún alienta, gracias a ese boca a boca verbal?

Esta segunda persona estraga el gusto, repele al oído. Hay algo falso o cursi en ella. O las dos cosas. Lo cursi es antiquísimo y, aunque muchos crean que en estos tiempos de gente viajada y sobradamente preparada y con tantas redes sociales ya no existe, lejos de disminuir ha proliferado más. Va para cuatro años que murió García Márquez y aún ruborizan las cursiladas que durante los últimos días de aquella Semana Santa hubo que leer, de gente conocida y de gente "anónima", como se suele decir (con curioso desatino, por cierto). Sí, desde Ramón (Gómez de la Serna) sabemos que lo cursi abriga y que, si la muerte hiela a los deudos, quizá un poco de cursilería espante el pavoroso frío de saber que quien se fue lo hizo para siempre, nos dejó a la intemperie. Pero ¿cualquier lector se puede considerar un deudo, sentirse tan huérfano como los hijos carnales de su escritor predilecto? ¿Hay que hacer ostentación de ese frío o tristeza? ¿La mejor manera de abrigarse no será, en vez de soltar una cursilada en Twitter o Instagram, abrir cualquier libro suyo y ponerse a releerlo?

Hay un tufo a falsedad en esto. Los más lo harán por la ficticia proximidad que parece propiciar esa segunda persona, quizá inconscientes o porque lo leyeron en ilustres precedentes y les suena bien. Pero puede que haya otros que muy ladinamente la empleen para aparentar una cercanía que jamás tuvieron con el muerto. Uno barrunta, leyendo algunas de estas piezas, que en no pocas ocasiones, si el muerto levantara la cabeza, tal vez llamara indignado al periódico para preguntar quién diablos le había dado vela a semejante truhán en su entierro, pues jamás pasó de mero saludado y nunca llegó a conocido (mucho menos a amigo, como aparenta). Esa segunda persona imposta una cercanía que pretende hacernos creer que la muerte no podrá con el fallecido, cuando, ay, puede con ése y con todos los que han sido, son y serán desde que el mundo existe (es más, a buen seguro que en unos días ese panegirista ya ni recuerde a quien le arrancó sus doloridas palabras), aunque en verdad quizá sólo pretenda que el lector inocente del periódico piense: vaya, pues qué importante es Fulano que tuvo trato tan íntimo con este personaje. Desde luego, más allá del que muy excepcionalmente publica en prensa con motivo del fallecimiento de alguien, el empleo de esta segunda persona por quien escribe con cierta regularidad en los medios, o está ducho en el arte de juntar letras, es un certero detector de falsías y vanidades. No falla: si le habla al muerto en público como si estuvieran los dos a solas, es un cursi que en verdad se habla a sí mismo de... sí mismo.

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