Tribuna

Javier González-Cotta

Escritor y periodista

La nueva conquista de Estambul

La nueva conquista de Estambul La nueva conquista de Estambul

La nueva conquista de Estambul / rosell

Hace un cuarto de siglo, en 1994, el hoy presidente turco Recep Tayyip Erdogan se convirtió en alcalde del gran leviatán de oriente y occidente: Estambul. Tras las elecciones municipales del pasado domingo, el nuevo alcalde será Ekrem Imamoglu, del CHP, la oposición socialdemócrata. No ha podido con él el gran partido de la bombilla encendida, el AKP, que presentaba como alcaldable a Binali Yildirim, sombra duplicada de Erdogan en los últimos años.

En Turquía las elecciones municipales se celebraron el 31 de marzo. En Estambul se impuso Imamoglu por sólo 14.000 votos. Pero el AKP impugnó el escrutinio y la Comisión Electoral obligó a celebrar nuevos comicios en el Bósforo. La segunda vuelta ha arrojado mayor ventaja al desconocido Imamoglu (su apellido, pese al laicismo del CHP, significa hijo del imán). De los volanderos 14.000 votos se ha pasado a 777.000 de diferencia.

El AKP del Gobierno ha perdido importantes nudos urbanos de Turquía. Perdió Adana, Antalya y Mersin. Perdió por supuesto Izmir (Esmirna), la histórica gâvur (ciudad infiel), así conocida desde la atroz guerra de Independencia de los turcos contra los invasores griegos. La sangría, epígono de la Gran Guerra, tuvo lugar hace justo ahora un siglo (de 1919 a 1922). El AKP también perdió en marzo la capital del país, Ankara, otro emplaste urbano situado sobre la aridez incomensurable de Anatolia.

Sólo Estambul y Ankara reúnen el 30% del PIB del país (la primera alberga además al 20% de la población). Desde los años 90 los islamistas han gobernado estos califatos de poder económico y clientelar. Erdogan se había tomado esta nueva batalla sobre Estambul como un plebiscito de sí mismo. La gran ciudad fue el lugar donde forjó lo que para sus fieles es una leyenda y para muchos otros una larga noche.

Decíamos que en 1994 se produjo el asalto islamista frente al aparato secular del Estado. El entonces partido Refah del líder Erbakan ganó la Alcaldía con Erdogan al frente. Un año después el Refah venció en las legislativas de 1995. El hoy presidente recibió amenazas de muerte por teléfono. La operativa respondía al típico manual de instrucciones del estado profundo (el devrin devlet).

Por aquel entonces el amenazado Erdogan hablaba de la necesidad de una segunda conquista de Estambul. Se remitía al sultán otomano Mehmet II, conquistador de Constantinopla en 1453, que supuso una conmoción: el fin de Bizancio. En los mítines se quejaba de que en Europa se siguiera llamando Constantinopla a Estambul, algo intolerable para un turco musulmán.

La ciudad ha tenido varias conquistas simbólicas, incluso literarias. En la novela La primera mujer de Nedim Gürsel, que narra la llegada del escritor a Estambul para cursar el bachillerato, se habla de aquella ciudad de los 60, tan maloliente, tan desfigurada por el desarrollismo. Gürsel, al evocar aquel tiempo, decía que la piqueta había propiciado la segunda caída de Estambul desde 1453. La belleza de la urbe agonizaba entre borras de humo, las grúas y el hormigón triunfante.

Bajo aquella bóveda grisácea se alzaban los barrios de inmigrantes que, como la familia de Erdogan (originaria de la región del Mar Negro), buscó su alojo en medio de la hostilidad manifiesta de la urbe. El Cuerno de Oro olía a gasoil y a porquería. Las calles eran un completo basural. El agua corriente no llegaba a ciertos barrios humildes. Era el caso del de Kasimpasa, donde se forjó el joven político y hoy presidente y donde, también, en la larga noche de los 70, se oían tiros y ráfagas de metralla entre comunistas, alevíes, kurdos, nacionalistas turcos…

Lo cuenta su propia madre, según se recoge en el estupendo libro que los periodistas Andrés Mourenza y Ilya U. Topper han publicado sobre la era de Erdogan (La democracia es un tranvía). El apartamento familiar tenía dos balcones opuestos. Por un lado resonaban los tiros de unos. Por el otro se oían los de la facción rival.

Como alcalde Erdogan desinfectó la estampa de la ciudad. Los barrios de los ignorados mejoraron como nunca su calidad de vida. Después vendrían décadas de burguesía islamista, el falso romance con Europa, hasta el posterior narcisismo del vate y la hegemonía total del AKP. Uno se pregunta por cómo habrá encajado el presidente la que quizás sea la tercera conquista de Estambul. Esta vez la toma ha tenido lugar por parte de sus adversarios, a los que ahora suele llamar, según la hora del día, como ateos, izquierdistas, golpistas y terroristas.

El nuevo alcalde Ekrem Imamoglu refleja las revueltas que tiene el atractivo ovillo turco. Su partido es el reflejo del laicismo histórico, a veces dañino, impuesto por Atatürk. Pero se confiesa creyente musulmán y habla de política y amor. Hemos sabido que en su triunfo ha tenido mucho que ver su asesor Ates Ilyas Bassoy, autor de El libro del amor radical, especie de manual hippie sobre el amor fraterno. La política en Turquía jamás defrauda.

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