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Tribuna

Esteban Fernández-Hinojosa

Médico

Lo primero es no hacer daño

Lo primero es no hacer daño Lo primero es no hacer daño

Lo primero es no hacer daño / rosell

Hace unos días se presentaba en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla (la primera de Europa con más de tres siglos de historia) el Nuevo Código de Ética y Deontología Médica en la fase final de su edición. Es un texto fundamental que representa el canon ético y moral del ejercicio de la medicina en nuestro país, y que periódicamente se somete a revisión ante los retos que el acelerado ritmo del progreso tecno-científico imprime al viejo oficio. En el debate se destacó la vigencia de la antiquísima categoría médica primun non nocere (lo primero es no hacer daño), que guía la práctica de la medicina desde los tiempos del corpus hipocrático. Justo un año antes, el científico chino He Jiankui anunciaba con hambre de gloria, en la II Cumbre Internacional sobre Edición del Genoma Humano en Hong Kong, que había usado la tecnología CRISPR para editar los genomas de dos embriones de gemelas con intención de protegerlas del VIH. La noticia sorprendió al mundo científico no sólo por contravenir la moratoria de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU y de otras instituciones, sino por la falta de cotejo con la realidad de los graves peligros derivados de la edición del ADN de células germinales.

Revelados los detalles del procedimiento de He, quedó patente que, si bien la edición de embriones humanos no es técnicamente difícil, su aplicación con garantías es un hándicap aún sin resolver. Así, el pasado mes de julio la OMS recomendaba a todos los gobiernos rechazar experimentos de edición genética de línea germinal humana, anunciando en agosto la creación de un registro para los futuros estudios. Esta tecnología disruptiva tuvo su hito histórico hace un año, cuando He vulneró con su inquietante gesta el antiguo Principio de no maleficencia, y en un tiempo en el que comenzaba a abogarse por la supremacía del Principio de beneficencia. Lo verdaderamente alentador fue que los científicos de todo el mundo abrieran un debate público en el intento de alumbrar los mecanismos de transparencia y responsabilidad para el uso de la revolucionaria tecnología a fin de proteger no sólo la vida de millones de seres humanos, sino la de las futuras generaciones. La portentosa herramienta, basada en el mecanismo de defensa de algunas bacterias para eliminar virus invasivos, altera la secuencia de ADN en puntos concretos del genoma. Fue descrita en 1993 por el científico español F. J. Mojica, quien más tarde ideó también el acrónimo CRISPR. Y desde 2013 está transformando la investigación básica, la innovación de fármacos, la biología sintética y la agricultura.

Las futuras innovaciones dependerán de un mayor conocimiento y seguridad respecto de su aplicación, lo que obligará también a discernir un hipotético acceso equitativo a las nuevas indicaciones sin que medien intereses mezquinos. Por ahora, una Comisión Internacional sobre el Uso Clínico de la Edición del Genoma en la Línea Germinal Humana -liderada por la Academia Nacional de Medicina y la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, la Royal Society de Reino Unido y a algunas academias de Medicina europeas- se organiza con vistas a depurar criterios científicos, médicos y éticos para el uso clínico de la edición de la línea germinal humana. Si nuestras Reales Academias de Medicina, que nacieron al rebufo del cisma ocurrido en el siglo XVIII en el seno universitario por los obsoletos métodos de enseñanza, se sumaran hoy a aventuras internacionales de ese calado, renovarían el honesto interés por la ciencia, introduciendo en los espacios de civilidad debates inteligentes con la sociedad, sintonizando con una cultura democrática aún en ciernes, en la que hasta el más común de los ciudadanos sentirá su participación en el proceso de creación.

En la actualidad hay en marcha ensayos clínicos con el sistema de edición CRISPR en pacientes que padecen ciertos cánceres y otras afecciones, lo que puede llevar a curaciones sin que las enmiendas genéticas sean transmitidas a la futura descendencia. Sin embargo, la tentación de jugar con la línea germinal humana -que a diferencia de la somática, sí trasciende a la descendencia- seguirá latente hasta desafiar, de nuevo, mediante turbias componendas, los límites consensuados. Editar la línea germinal, aun como estrategia de prevención, problematiza el patrimonio genético de la humanidad, lo que exige un debate de dimensiones civiles, que interesa a todos los ciudadanos conscientes para repensar juntos ciertas hipótesis frente a la tentación de abrir la caja de Pandora, y antes de que el capítulo -recluido por ahora en el ámbito académico- se encalle en la retórica de las ideologías que imperan en nuestra vetusta cultura, y que contagian un escepticismo radical de entre-épocas que sólo reseca las fuentes de toda creatividad.

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