La tribuna

Racismo cultural

Racismo cultural
Isidoro Moreno
- Catedrático Emérito De Antropología

Las últimas propuestas del PP sobre control de la inmigración acercan a este partido a las posiciones de la ultraderecha, que siempre ha tenido como uno de sus elementos ideológicos más destacados el racismo, que, junto al patriarcalismo, han sido las bases del supremacismo de los varones-blancos-colonizadores que han negado durante siglos sus derechos, e incluso, en el límite, su propia condición plenamente humana, a colectivos y sociedades (incluidas las mujeres) a los que se ha expoliado y excluido aduciendo su presunta “incapacidad” para comportarse de acuerdo con la razón y de formar parte de la civilización y de la democracia. Esta “incapacidad” es atribuida a razones biológicas –la “raza” o el sexo– o culturales: formas distintas de relacionarse con la naturaleza, de organizarse socialmente, de religión, de vestimenta, de cocinar, de costumbres... La ideología de esa presunta incapacidad es la base del racismo, sea biológico, cultural o de ambos tipos a la vez. Una ideología que existe, en diversas versiones, desde hace no solo siglos sino miles de años, y que hoy se reactiva en defensa de una supuesta “cultura” y de unos “valores” que, en realidad, en casi cualquier lugar del planeta, y más aún en lo que afecta a la península ibérica y sobre todo a Andalucía, son resultado de los aportes de diversas fuentes y de diferentes migraciones (en nuestro caso, de cinco fuentes: la andalusí, que recoge la tradición civilizatoria de la Bética y de Tartessos, la judía, la castellana, la gitana y la negroafricana).

La estigmatización de los negros estuvo siempre, y lo sigue estando (aunque ahora no se haga explícito de forma abierta), basada en su supuesta inferioridad racial. Como el rechazo a quienes proceden de países islámicos a la supuesta incompatibilidad de su religión y sus culturas con las reglas de la democracia y de la modernidad que, según el discurso dominante, nos caracterizarían a “nosotros”. Y como el desprecio a los “sudacas” se asienta en su procedencia de los indios mesoamericanos o andinos, aunque ahora se les quiera contraponer a los dos colectivos anteriores en base a una discutible cercanía cultural por el habla o la religión.

Convendría vacunarnos frente al racismo, tanto biológico como cultural, refrescando nuestra historia y la inhumanidad de las políticas etnocidas que se desarrollaron desde el poder en varias épocas con el objetivo (o la excusa) de obtener la “integración social” de la población, en realidad la homogeneidad cultural, religiosa e ideológica: deportación de los judíos, persecución y exilio obligado de los moriscos, conversiones forzadas, discriminación de los gitanos, desprecio a los negros tanto esclavos como libres, actuación de la Santa Inquisición contra los disidentes, obligatoriedad de certificados de “limpieza de sangre” para cargos, profesiones y hasta para ingresar en determinadas cofradías… Todas estas políticas generaron un castellano-catolicismo excluyente de cuanto no encajara en este modelo, negador de la diversidad cultural de los pueblos de España (y de sus consecuencias políticas), autoproclamado como guardián de nuestras esencias y enemigo de la inmigración. Una ideología negadora de los derechos de los pueblos y de los colectivos de inmigrantes (también de los derechos de las mujeres) que es hoy bandera de la ultraderecha neofranquista y de algunos que aun dicen ser demócratas. Una ideología que está en las antípodas del pensamiento de Blas Infante, uno de cuyos objetivos era “que en Andalucía nadie sea extranjero”.

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