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El problema turco y el inicio de una nueva crisis

  • La devaluación de la lira puede quedarse en una tormenta de verano o provocar graves consecuencias financieras; al fin y al cabo, los problemas de fondo seguirán estando ahí

El problema turco y  el inicio de una nueva crisis

El problema turco y el inicio de una nueva crisis

La pérdida en un tercio de su valor de la lira turca frente al dólar no es un problema sólo para ese país, sino para las divisas de otras economías, principalmente de países que reúnen dos características: déficit comercial significativo y elevado endeudamiento en dólares; y hemos visto cómo afecta, por ejemplo, a Brasil, India, o Indonesia. La pregunta es si lo que ocurre en Turquía -un país que es apenas el 1% del producto mundial- puede ser el inicio de una crisis de divisas, con consecuencias financieras como ocurrió con otras ya lejanas, o la más reciente de 2013.

La situación gira en torno a varios puntos. Primero, el problema de la economía turca va unido al conflicto político, tras el intento de golpe de Estado de julio de 2016 y el refuerzo de una posición autoritaria poco sensible a los fundamentos de los equilibrios económicos. Turquía viene de crecimientos del producto superiores al 7%, aunque este año no llegará al 5%; una inflación que vuelve a rondar el 16%, y un déficit de su balanza por cuenta corriente de casi un 6% del producto. De una forma remolona se han subido los tipos de interés a corto al 17,75%, con un corredor de 2% por encima y por debajo, con la intención de aplacar a los compradores de deuda. La deuda turca no es muy elevada, algo más del 30% del producto, pero muy expuesta al dólar -hay países de la Europa del Este que tienen deudas altas, pero en euros, y no están sufriendo-; esa deuda está paradójicamente en manos de fondos de inversión domiciliados en Estados Unidos y Luxemburgo, pero repartida por todo el mundo.

La segunda cuestión es que el dólar se está apreciando por su cuenta ante la elevación pausada pero continua de tipos de interés, lo que se nota mucho en la diferencia de 2,5 puntos respecto a los tipos del área del euro, y crea alarma hacia los países emergentes endeudados en dólares -lo que hace que el dólar se aprecie todavía más-. En tercer lugar, las restricciones a las exportaciones de países emergentes a Estados Unidos reduce la oferta de dólares y lo encarece. Y en fin, la forma conflictiva en que discurren las relaciones comerciales y políticas entre Estados Unidos y Turquía empeora sin duda la percepción en los mercados sobre cómo acabará este asunto.

Los riesgos para España vienen de la inestabilidad que este tipo de acontecimientos provoca, pues aunque hay intereses bancarios españoles en Turquía, son negocios rentables y con visión a largo plazo; por otra parte, sí es verdad que la depreciación de la divisa le da una ventaja en el turismo y otras exportaciones. Pero no hay que olvidar que los movimientos se están dando en pleno mes de agosto, con volúmenes de negociación muy bajos; no es extraño que al poner dificultades a la especulación frente a la lira, haya rebotado un 5% en un día.

Como conclusión, esta crisis puede ser una tormenta de verano, o tener secuelas más duraderas; pero si se gestiona y se resuelve, más o menos, hay que pensar que los problemas y los desequilibrios siguen estando ahí: la dependencia de la deuda en dólares, los de comercio exterior y déficit público de Estados Unidos, las eternas vacilaciones europeas, el mal gobierno en países como Turquía -o Rusia, entre otros-.

A algunos les afectará más y a otros menos, pues como dice Warren Buffet en una de sus frases más famosas: cuando baja la marea es cuando se ve quien estaba nadando sin bañador.

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