Provincia

La Vega quiere romper clichés y que los jóvenes entren en la agricultura

  • Un estudio concluye que la escasa formación y la falta de relevo generacional en el principal sector económico de la comarca frenan sus posibilidades de futuro

En un momento crucial para el desarrollo rural, en el que los nuevos planteamientos de la UE tendrán repercusión pronto sobre los territorios, la comarca sevillana de la Vega se ha propuesto encarar el reto y fortalecerse para la nueva tesitura. Para ello quiere respaldar un cambio de generación en los agricultores, rompiendo tópicos y evitando que los jóvenes dejen el sector, asesorándoles y fomentando las nuevas técnicas y los cultivos ecológicos. A la vez , quiere poner en marcha medidas de apoyo económico a las empresas de transformación y de impulso de la recuperación ambiental y urbana de la comarca, sin olvidar el Guadalquivir, que den pie a la implantación de nuevos sectores económicos, como el turismo.

Son objetivos recogidos en un plan estratégico, no presupuestado, elaborado por la asociación comarcal Gran Vega, en la que se integran Alcolea, Lora del Río, Peñaflor, Villanueva del Río y Minas, Alcalá del Río, La Algaba, Brenes, Burguillos, Cantillana, Guillena, Tocina, Villaverde y La Rinconada, cuyo alcalde, Javier Fernández, preside el grupo, que pretende que las estratégicas para lograr esos fines sean la base de su trabajo y de las propuestas de inversión y ayudas que se hagan a otras administraciones.

La Vega se extiende a lo largo de 1.274 kilómetros cuadrados, caracterizados por la fertilidad de la tierra -su gran activo y en su mayor parte destinada a cultivos de regadío- y la cercanía a la capital. Suman casi 140.000 vecinos que tienden a aumentar, con protagonismo de los inmigrantes. Pero, para establecer líneas de trabajo, la asociación ha analizado antes las debilidades socioeconómicas y de infraestructuras que atenazan el desarrollo de estos pueblos. Son reveladoras. Entre las más llamativas, se encuentra "el nivel-medio bajo de instrucción de la población", según su propia calificación.

El 27,7% de los vecinos no posee ningún tipo de estudios concluidos (frente a la media provincial que es del 20%) y sólo el 5,2% tiene estudios universitarios, frente al 12,5 del conjunto de Sevilla. Hay un elevado absentismo escolar, al que se culpa de la "falta de conciencia en materia de género, civismo o respeto por el medio ambiente" que se ha apreciado entre los más jóvenes. Como alternativa, se propone una formación "más cercana" a la realidad de la comarca y el refuerzo de los ciclos formativos, que abarque además la difusión de las nuevas tecnologías, otra desventaja con el resto de Sevilla. También se incide en la necesidad de apoyar y preparar más a las familias para que alienten la formación y el respeto al entorno.

En éste tienen y tendrán más peso los "nuevos pobladores" extranjeros, muchos sin papeles. En el padrón de 2005 que se usa como referencia había unos 3.000, sobre todo procedentes de Rumanía y Marruecos. Para canalizar su integración y evitar problemas, que ya se atisban, los grupos de trabajo avisan de que es necesario elaborar un "plan comarcal de interculturalidad" y hay que poner más recursos humanos y materiales para que las medidas de apoyo social que prevé la ley sean efectivas. En la comarca se ha detectado falta de atención no sólo a los inmigrantes, sino a la mujer, tanto en la incidencia de la violencia de género, como en su incorporación a la vida laboral.

No sólo las cuestiones sociales pueden ser un lastre al posicionamiento de la zona. Los expertos recalcan que hay que mejorar infraestructuras, como las carreteras que unen los trece municipios y que están en mal estado o no existen, lo que obliga a largos desplazamientos y, casi, a pasar por la capital. Las carencias son importantes también en cuanto al suministro eléctrico y se reclama un centro de especialidades médicas que evite que los desplazamientos demasiado frecuentes a los hospitales de la ciudad.

Pero el bloque central del estudio y de las propuestas es la economía, palanca para el bienestar social, y que en la Vega pasa por la agricultura, aunque se apueste por la diversificación, con sectores como el turístico o el de las energías renovables. Se advierte que, si bien las mejoras tecnológicas ha permitido un aumento de la productividad y captar mercados, hay que ir más lejos porque la competencia crece. Hay que buscar el plus de calidad y de la ecología y apostar por la innovación.

Se ha detectado que el relevo generacional es muy débil. Los jóvenes tienen prejuicios sobre la agricultura y la ganadería y han preferido trabajar en la construcción, que entra en un periodo de desaceleración. En el sector dominan las pequeñas explotaciones, cuyos propietarios tienen una "inadecuada" formación sobre cuestiones claves como administración, gestión y comercialización y faltan líneas de financiación para su expansión. Y, por ser mayores generalmente, son reacios a innovar.

Es necesario, y así se recoge en el plan estratégico -cuyo principal reto quizá sea no morir en el cajón-, revertir esta situación, ayudando a la jubilación y fijando incentivos para el inicio de los jóvenes en la actividad, a la vez que se hacen campañas de sensibilización (hay que informar sobre las "ventajas" de dedicarse a la agricultura, librándola de tópicos y modernizando su imagen con la difusión de los avances y tecnologías que hoy se aplican, de dice). Y hay que reforzar las empresas y oficinas de asesoramiento y los seguros ante imprevistos.

Más concreto, y como acicate, se apunta la posibilidad de crear una marca o "sello Gran Vega", que aglutine los productos generados, elaborados y manufacturados en la comarca bajo procesos de calidad y respetuosos con el medio ambiente y apoyar con ayudas económicas específicas, asesoramiento y financiación a las cooperativas y la creación de empresas de transformación que hagan que el valor añadido del producto manufacturado se quede también en la Gran Vega.

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